25.3.12

Apuntes -amargos- al hilo de "La invención de Hugo"


1.
    Durante un tiempo -casi me atrevería a decir que durante un cierto tiempo de militancia en según que foros-, me obsesionó el problema de la erosión del relato clásico. Digamos que hay un cierto talibanismo en eso de retornar, cueste lo que cueste, a la magia de ese relato seminal a medio camino entre John Ford y Clint Eastwood. No quiero decir -ustedes ya lo saben- que cintas como La diligencia o La fiera de mi niña sean menos oscuras, menos problemáticas o menos complejas que, pongamos por caso, Grupo salvaje o Terciopelo azul. Sólo un imbécil defendería tal cosa. Lo que quiero decir es que hay una cierta lectura del cine que opina que sociológicamente, Occidente se puede salvar mediante un relato sólido que ancle a los sujetos.

     Lo que quiero decir es que uno tiene derecho a estar hasta los huevos del Hollywood clásico, del discurso de Jose Luis Garci, de los clásicos sobrevalorados y de la pose cinéfilo-rancia. De todas las poses, la cinéfilo-rancia y la cinéfilo-progresista.

     La teoría es hermosa, sin duda. Pero como bien dijo el poeta, "las ilusiones son, por su propia naturaleza, dulces". Y la idea de que a estas alturas del partido el clasicismo puede ser resucitado simple y llanamente con un carretón de buenas intenciones me parece, en el mejor de los casos, ingenua. No. Propp es un anciano tartamudo en mitad de esta bendita rave totalitaria.

2.
    Scorsese, claro, y el cuento para niños. Y la bondad. Y que Dios bendiga a los hombres de buen corazón.

    La única razón por la que vi Hugo es porque la sala más cercana en la que proyectaban Shame estaba a unos trescientos kilómetros, aproximadamente. Y me dieron exáctamente lo que yo había pedido alegremente en la taquilla de la minisala: una tonelada de almíbar rancio, exquisitez francesa, oh la lá los felices años antes de Auschwitz, y la (buena) canción de los niños sin padre. Amén.

     Scorsese ha rodado una cinta para que los teóricos la puedan desmenuzar con toda facilidad, irse a la reflexión de postalita, Walter Benjamin que estás en los cielos, la presencia del tren, la máquina de la modernidad, el autómata, la máquina de proyectar. Volver a decir lo mismo otra vez, porque la cinta vuelve a decir lo mismo otra vez, porque a lo peor la inmensa mayoría del cine está diciendo lo mismo a todas horas, ruido por la boca, corrala de patio intelectual. Qué bueno eres Scorsese, aunque quizá deberías explicarme cómo te ha dado por ponerte exquisito y torpemente afrancesado, o explicarte por qué no has tenido los huevos para seguir la línea que tú mismo dibujaste en Shutter Island. La línea del horror que atravesaba Dachau y acababa en el asesinato del hijo.

     Te has cagado de miedo, Scorsese. Pero lo entiendo. Es lo que tiene la historia del siglo XX.

3.
    El problema -ahí está la conexión Shame/Hugo- no está en la máquina, sino en el cuerpo.

    El problema es que cuando teníamos doce años y no teníamos padre no apareció ninguna nínfula imbécil vestida de lolita pornobibliotecaria-nerd para enseñarnos, oh, el amor a cambio del cine. El problema es que cuando teníamos doce años y estábamos desesperados nos dieron golpes hasta en el carnet de identidad, los gitanos nos atracaban en el barrio, estuvimos completamente abandonados en un universo sin Dios por aquella broma pesada que los alemanes habían montado en Polonia, y cambiamos el humanismo por el cumshot. Decir lo contrario, Scorsese, es mentir y sublimar una realidad hija-de-la-gran-puta, una realidad que acaba en Brandon llorando frente al Hudson, no en Hugo siendo salvado -¡nada menos!- por Meliés.

    El teórico de buen corazón toma la palabra al fondo de la sala y dice: "Hugo es una cinta que, bajo la apariencia del cuento, esconde en realidad una visión oscura de la preadolescencia".

    Yo grito al teórico de buen corazón: "Es usted un puto mentiroso", y después prendo fuego a su crítica. Hugo no es amarga, es una inmensa tomadura de pelo, un truco de magia que quiere impedir que veamos lo que hay, que nos rompamos la cabeza contra lo real. ¿Qué pasa con los huérfanos que el policía condena al orfanato? ¿Qué ocurre cuando -apenas unos años después- la alegre chavalada francesa celebra la barbarie en el velódromo de invierno? ¿Qué ocurre cuando termina el film y se agota el relato?

    Nada.

    No ocurre nada.

    "Es un cuento". "Es una fábula". Curiosa manera de esconder una frase mucho más sangrante. Es mentira.

    Es mentira.

4 comentarios:

Roberto Amaba dijo...

Os llevo diciendo desde The Departed que Scorsese está chocho, que no dejéis solo al tío Marty porque lo siguiente es ir a la protectora de animales a preguntar por él. Y que lo de Shutter Island fue una laguna lúcida está bastante claro.

Sinceramente pienso que tiene problemas con la edad, con aceptarla quiero decir. Se empeña en transmitir vitalidad, en ser un chaval... y NO, no lo eres. The Departed era el ejemplo más claro, pero por ahí andan algunos de sus últimos documentales y la eterna murga de la ficción televisiva.

Eastwood ha coqueteado con algo parecido. Ha hecho pelis con prisa, mal montadas, deslavazadas o directamente cutres como Banderas de nuestros padres o Invictus, pero claro luego te ves J. Edgar que es tremendérrima y sabes que eso sí es realmente vitalidad y que Eastwood sigue siendo un contemporáneo total.


Vamos, que Marty en lugar de aprovechar esa edad donde te debe sudar el nabo lo que te digan, parece más preocupado que nunca por el qué dirán.

Llegados este punto, y como usted y yo tenemos preocupaciones realmente serias, el interés por el apellido Scorsese debería encaminarse hacia Cindy, una actriz porno (muy) secundaria poco reconocida y que era bastante buena. Dentro de lo buena que se podía ser en las pelis de Joe D'Amato.

Un saludo.

Lluís Bosch dijo...

Resulta curiosa esa obsesión por el esquema del relato clásico, cuando en realidad se valoran (igual más tarde) los intentos de romperlo. Sin embargo hay un repliegue hacia la cobardía y un retorno constante a "lo seguro". Hoy en las escuelas de cine (y de novela) se insiste en lo clásico. ¿De qué tenemos miedo?

Anónimo dijo...

Pero esa argumentación tan amplia sirve para descalificar TODA la ficción optimista. No hay ninguna novela o película a la que agradezcas que te ponga de buen humor?

Anónimo dijo...

Pues nada, todos a leer "Si esto es un hombre" desde que nos levantemos hasta que nos despertemos durante siete semanas, y luego nos tiramos del Viaducto.

Por cierto, Shame es una película cobarde. Acaba caricaturizando al protagonista porque no tiene cojones de ir con el presupuesto aterrador (maniaco del sexo, normal en lo demás) hasta el final. Henry y Bateman ya estaban ahí hace tiempo.