5.9.12

Cine extremo francés #01: "Tiresia"



   Habría que pensar la manera en la que el cine contemporáneo se ha conectado con el segundo movimiento de la séptima sinfonía de Beethoven. Y no, no es ningún delirio analítico. De igual manera que siempre que se habla de catástrofes naturales o de niños asesinados los malos periodistas acaban tirando del Adagio de Albinoni, el segundo movimiento de la séptima sinfonía aparece con toda su brutalidad en dos de las películas más poderosas del cine contemporáneo: Tiresia e Irreversible. En ambas cintas, su irrupción es incontrolable y casi sagrada, como si Bonello/Noe quisieran empujar con todas sus fuerzas al espectador hacia el núcleo de su angustia. En contrapartida, la misma pieza beethoviana fue injertada en esa películita estúpida y neocon del rey tartamudo para deleite de ancianas pro-Letizia, fanáticos de la nueva e innovadora etapa de Jose Luis Garci y cinéfilos descafeinados en general.

    El discurso del rey trataba de un monarca que quería hablar para justificar una guerra, mientras que Tiresia habla de un transexual brasileño que lleva en su palabra alucinada y premonitoria toda la guerra del mundo. El cuerpo del poder era allí sintomático -pobre tartamudo, ay, tan buen chico y con tanto complejillo monárquico e histórico, tan recatado y tan enamorado de su mujer-, mientras que aquí el poder es el cuerpo, un cuerpo extraño y completamente alienígena que se pasea por los extrarradios franceses ofreciéndose a la chavalada nativa y económicamente sostenible. Bonello quiere mostrar el cuerpo total del hermafrodita que se erosiona sin sus hormonas, un cuerpo a medio camino entre los dioses -no en vano, es el Profeta que anuncia una nueva venida, el Ángel- y los Loliboys que se ofrecen con las mandíbulas abiertas y sus falos erectos rebuscando migajas de un placer desquiciado, exiliados de unas favelas amuralladas, favelas/Jericó por las que nunca pasó Max Payne pegando tiros.

    El hombre maduro-pero-sensible-ligeramente-conservador que se secó las lágrimas al final de El discurso del rey no podrá contener el horror ante el cuerpo expuesto frente a la cámara, cuerpo transexual que con su simple estar-ahí genera una brutal huella sobre el celuloide, disparando esa geografía que funciona como un Mindfuck (When you see it you will shit bricks!) y en la que Bonello lleva a su extremo en los planos fantaseados del confuso menage-a-trois, escena de una belleza pornográfica demoledora. Todavía le queda un largo trecho para llegar a la cima de L´apollonide, pero ya puede y quiere hablar de la puta, hacer un verdadero discurso del placer entendido como secuestro y como rendición, el placer de la frustración y la mutilación del placer frente a la imposibilidad de lo sagrado. Los que hablen de blasfemia -los que no sean capaces de arrodillarse en el altar del transexual ciego, el transexual/niño que porta sobre sus hombros todo el dolor de los hombres- son los primeros que celebrarán la (misma) brutalidad visual del Evangelio según Mel Gibson. La diferencia es que Bonello habla de la humanidad desde el código sucio del sabio, esto es, desde del más absoluto pesimismo. Aquí los reyes no tartamudean porque hablan de los deseos más escondidos, y desde luego, de los dolores más insondables, esos que no tienen forma, los impulsos sexuales que susurran como criaturas enfurecidas de Lovercraft e imponen sus incomprensibles mandatos sobre lo real, en lo real, contra lo real. Eso, y no otra cosa, es el inconsciente mismo.

     Bonello rueda sobre lo sagrado precisamente porque Tiresia es, antes que nada, una Pasión, un ascenso hacia el monte Calvario de la Verdad. El acto de violencia brutal que divide la cinta en dos pedazos es un acto sobre el cuerpo, y al mismo tiempo, el acto sagrado de llegar a la Verdad absoluta, el precio que debe pagar todo cuerpo por saber de su deseo y profetizarlo. Y es, lo repito, un acto sagrado en tanto se ejerce por una mano investida en esa misma dimensión, una mano propiamente sacerdotal. El problema, por supuesto, es que Bonello nos lleva a un punto intolerable para las sociedades dominadas por la vieja cruz -¿un transexual brasileño anunciando al Hijo de Dios?-, sociedades que, aunque lo escenifiquen en sus hogares todas las navidades, suelen olvidar que el Hijo de Dios se manifestó en la más absoluta de las pobrezas y de las desesperaciones.

    ¿Quién quiere hablar de un mendigo o de un exiliado si se tiene a mano un rey tartamudo? Los reyes (de reyes) que -al contrario que Tiresia- no saben nada del presente ni del futuro y esconden su incapacidad farfullando, por ejemplo, que "su programa político hubiera funcionado... de no ser por la realidad". Para explicar su fracaso sólo habría que recordarles que la realidad, contra lo que ellos piensan, siempre ha sido una palabra loca pronunciada por un cuerpo arrasado, y no otra cosa.

6 comentarios:

Ethos dijo...

Lo políticamente correcto es un lastre de la misma manera que lo es lo políticamente incorrecto. No hay razón, solo moda. ¿Escandalizador=bueno? ¿Sexo=bueno? ¿pesimismo=bueno? Pues depende, pero desde luego por el concepto en sí, no.
No he visto la cinta, pero por lo que has dejado entrever, el transexual brasileño se abandona al placer (y al amor) inmediato y caduco del sexo en un intento de apagar su dura realidad. Pero el problema es que yo no veo nada de sagrado en ese abandono, ¿ascenso hacia el monte Calvario de la Verdad? Sin ver la película (es decir, cualquier opinión mía es muy cuestionable) pienso que es simple y llana autodestrucción. Vida complicada -> depresión -> fracaso vital/suicidio (o autolisis, que dicen los psiquiatras). La ecuación es triste y sencilla, no creo que se necesiten tantos montes con nombre propio para describirla. Es lo que pasa cuando una persona vive en los límites de la sociedad, y la cinta puede tener interés en cuanto a que son los límites los que delimitan algo, en este caso, la sociedad.
Creo que te dejas llevar demasiado por la fascinación de lo extraño, extravagante, extremo. Seguramente al transexual brasileño no le gustaría tanto la peli.

Unknown dijo...

Ethos, gracias por el comentario, pero sin ánimo de polemizar, creo que deberías ver la película ;) Desde luego, el transexual brasileño NO se abandona precisamente ni al placer ni al amor. No te destripo la trama, pero te recomiendo encarecidamente su visionado, los tiros no van por ahí.
Con respecto a la autolisis (que no es sino un proceso puramente celular que no se sabe por qué se ha transformado en una manera bonita de decir autodestrucción) y a una cierta concepción de la psiquiatría o de las ínfulas pseudoconductistas -y aquí sí es con ánimo de polemizar- creo que esa ecuación es bastante más complicada, que habría que preguntarse por qué el sujeto opta voluntariamente, dónde y cómo brota la neurosis (si es neurosis, que no tiene por qué), y qué consecuencias tiene sobre lo simbólico y lo real. ¿Sencillo? A mí me parece de una complejidad terrible: de hecho, es una de las bases del psicoanálisis. Otra cosa es que decidas no jugar al psicoanálisis, pero eso lo dejamos para otro post.
Y por supuesto, me encanta que me fascine lo extraño y lo extremo. Soy el impenitente visitante de los monstruos de feria cinematográficos. ¿Por qué lo hago? Simplemente, porque me parecen más verdaderos que el 99% de lo que se estrena en las salas.

Lluís Bosch dijo...

Brillante como habitualmente. Y especialmente me he alegrado de leer que alguien diga lo que hay que decir sobre la peliculita del rey tartamudo, curiosamente tan premiada.
En la cartelera de Barcelona no he visto anunciada Tiresia, no se si habrá que buscarla por otro lado.

Unknown dijo...

Lluís, "Tiresia", hasta donde yo tengo conocimiento, no se ha distribuído de manera oficial en salas. Por la famosa red de intercambio con forma de animal cuadrúpedo la podrás encontrar sin demasiado problema.
Y la peli del rey tartamudo... qué pereza, chico. Qué pereza.

Ethos dijo...

Totalmente de acuerdo con lo de ver la película, y con lo del inapropiado eufemismo de autolisis. Sin embargo, me encantaría charlar contigo sobre el psicoanálisis porque en mi opinión lo único que se hace con él es eso mismo, jugar, y para jugar está bien, pero que un juego se convierta en base terapéutica, como estudiante de medicina, no lo acepto en absoluto. Ni en el conductismo acaba todo, ni ese bosque enmarañado que es el psicoanálisis acaba de dejar de ser nunca un montón de pajas mentales.
Y sí, puede que no sea tan sencillo el cómo de la ecuación (en ello estamos los que queremos dedicarnos a ese delicado campo que es la psique) pero el porqué es el pan nuestro un poquito más rancio que de costumbre. En cualquier caso, seguro que la película está muy bien, siempre me he fiado de tu criterio.

Lluís Bosch dijo...

Sin pedirte permiso ni opinión te he dedicado el último post.
http://mildimonis.blogspot.com.es/2012/09/melancolia-de-tres-colores.html

Ya he visto que "Tiresia" tiene algunos años (pocos), y espero repescarla. Saludos de nuevo.