21.2.12

A propósito del IES Lluis Vives. Reply (El fantasma de la muchedumbre)


"Me parece muy grave vivir en una sociedad que habilita toda una estructura judicial en torno a los derechos del menor para que estos tengan el poder de amenazar y denunciar a los profesores impunemente y que las fuerzas de seguridad puedan abrirle brechas en la cabeza a menores cuando luchan por derechos verdaderamente imprescindibles"
(Petra Villeneuve, vía Facebook)

01.
    Aquella profesora, de la que yo creo que andaba medio enamoradiscado o cosa similar, fue la primera en hablarme de algunas de las cosas que hoy realmente son importantes en mi vida. Jacques Lacan. Lou Andreas Salomé. Jean Mitry. Pasados los años acabamos siendo amigos íntimos y hoy cada vez que nos encontramos nos sisamos cigarrillos y nos intercambiamos referencias, libros, saludos a la familia. Creo que es una mujer feliz.
     Cuando escuché hablar por primera vez a aquella mujer furibunda, valiente, íntegra, comprendí sin el menor género de duda que quería ser profesor. Ser profesor era precisamente aquello: ir a toda ostia hilando conceptos, forzando la mente hasta que saltaran chispas, emocionarse, analizar, reír, compartir. Aquella mujer daba clase como si el mundo fuera a acabarse en noventa minutos, jamás hacía caso del temario. Fue despedida. Ninguna universidad pública o privada luchó por ella. Me consta que algunos compañeros de clase la despreciaban porque "no se la entendía" o porque "era demasiado teórica" o porque "veía cosas en las películas que ellos no veían". Curiosamente, los mismos argumentos que los alumnos esgrimen contra mí a la hora de las sacrosantas encuestas de calidad del profesorado. 
    Para mí -pero no lo digan por Europa, que igual me quitan la ANECA-, no hay mayor calidad que la de una auténtica clase magistral. La clase magistral hace que te duela la cabeza, claro. Pero también te hace libre. 

02.
    Frente a la clase magistral, la ostia en la cabeza con porra. Eso debe ser una metodología activa exquisita y totalitaria, una suerte de educación basada en competencias y en cicatrices, váyase usted a saber. Que a nadie se le escape un detalle: la educación comenzó a ser totalitaria no desde el momento en el que se golpeó a unos estudiantes por pedir "una educación digna", sino antes bien, desde que se les convenció de que su educación no tendría dignidad alguna. Para mucho de ellos -manifestantes o no-, el título es algo que se van sacando en espera de presentarse a unas oposiciones o, simple y llanamente, en espera de acceder a un puesto de trabajo. La educación es un trámite -no más molesto que tu fidelidad, que diría Valmont- por el que se va pasando a veces entre fiestas de la espuma, mamá quiero ser artista, cursos de "emprendizaje" y te juro que es la primera vez que me pasa.
    Frente a la (in)dignidad de la educación, algunos parecen sorprenderse de la (in)dignidad del sistema. Son las dos caras de la misma moneda. Antes bien, lo que resulta profundamente incomprensible -quizá de ahí el uso de la violencia policial- es que unos chavales decidan pedir calefacción y dignidad, en lugar de montarse una "huelga" y quedarse en casa sobando y jugando a la play -dos de los grandes hits de la revolución estudiantil patria contemporánea, qué duda cabe. Pero, ¿de dónde viene ese extrañamiento ante las ostias, la sangre, los gritos, si precisamente son la evolución lógica de los (catastróficos) planes de educación perpetrados año tras año, de la reducción de contenidos, de la "profesionalización" de la enseñanza, de las reformas a coste cero, de la intolerable corrupción de las administraciones públicas y privadas que gestionan el acceso a la docencia? Nuestra educación es paupérrima, educación borderline en la que de pronto un alumno brillante y comprometido con su aprendizaje es un tesoro único, reluciente, un regalo de los dioses, una excepción que confirma la desidia y el orgullo nacional.
    En el momento en el que se arrancó la fuerza a las disciplinas para otorgársela a la pedagogía -y en ese proceso, no nos engañemos, todos somos un poco cómplices- le abrimos la puerta a lo que está ocurriendo en el IES Lluís Vives. Porque la pedagogía empieza programando mentalmente ciudadanos incompetentes -son estúpidos, no pueden aguantar dos horas de Nietzsche, no les obligues a leer ciertos textos, viva el corta, pega y colorea, educación como juego, aprender jugando, son estúpidos-, y termina, por supuesto, programando perros de la guerra.

03.
    "La redención de las muchas horas finales que desgarran el corazón reside para el maestro (...) en su poder querer al discípulo como un hijo o una hija de la palabra cuya llegada no es azarosa ni gratuita, sino que ha sido aguardada"
(Eva Parrondo, sobre un texto de Nietzsche)
     ¿Por qué somos profesores?
     Ciertamente  porque ha sido nuestra voluntad, es decir, porque lo hemos deseado. El que no lo ha deseado -esto es, lo ha sufrido y lo sufre- no es profesor. Es un tocabotones, un pastor de borregos o un desgranatemarios, pero no un profesor. 
     Y la fuerza de nuestro deseo nos ha obligado a exigirnos auténtica calidad en cada letra escrita, cada publicación, cada pensamiento más o menos brillante. Lo otro -ir pasando de puntillas por la enseñanza, viviendo de las rentas y cubriendo el cupo- es una farsa. Y por eso mismo, creo que lo que un profesor tiene que decir sobre lo ocurrido en el IES Lluis Vives es:
1) Se golpea a nuestros alumnos por exigir una educación más digna. Si olvidamos eso antes de preparar cada lección y antes de escribir cada texto, nosotros también les estamos golpeando. Si tomamos parte activamente en las corruptelas de la educación, si esquivamos la mirada, si no introducimos urgentemente la reflexión en nuestra disciplina, les estamos golpeando. Si le hacemos el juego a los mecanismos del vómito académico, absolutamente nada nos separa de los policías uniformados que blanden sus porras.
2) Se nos golpea a nosotros cada vez que detectamos que uno de nuestros alumnos es un fracaso de la educación española. Si nos hablan con desprecio, si nos insultan en las redes sociales o si ponen en entredicho nuestra autoridad, es precisamente porque otros -los pedagogos- lo han permitido y lo han fomentado.
3) Se nos golpea a nosotros cada vez que un padre, por no discutir, deja a su prole hacer lo que le viene en gana, y por ende, cada vez que los amigos de los padres le ríen las gracias. Cada vez que un padre compra con dinero la tranquilidad y la autoestima de su hijo, no nos engañemos, desprecia la educación y nuestro trabajo diario.Colateralmente, destroza la mente a su hijo incluso con más contundencia que una porra policial. Pero ya saben la máxima psicoanalítica: algunos padres piensan que pueden joder a sus hijos porque, en fin, son suyos.
4) Se golpea a nuestros alumnos cada vez que fomentamos una educación práctica y mecánica, profesional y para la empresa. Se les golpea cuando se les hace creer que aprenden algo útil, cuando en realidad bajan y bajan (bajamos y bajamos) el listón de lo que esperamos de ellos.
5) Se golpea a nuestros alumnos cada vez que se deja a un profesor desamparado, sin protección académica ni legal, frente a las faltas de respeto y de humanidad de los cachorros menos dotados de la burguesía o del proletariado, ya da igual. Si criminalizas al profesor, ¿por qué te extrañas de que ciertos policías actúen de manera diabólica? ¿No es el fantasma de la muchedumbre, gozando al ver ejecutar a un descerebrado lo que late en el inconsciente colectivo (esto es, te mereces dos ostias bien dadas porque eres más joven, más valiente y has triunfado allí donde han fracasado sindicatos, patronal, psoes, zapateros, quince-emes,atenienses y otras supuestas fuerzas de la revolución)?
    Yo, como profesor y para mis alumnos, deseo la lucha. Una lucha interminable para no ser consumidores, sino ciudadanos. Ya sé que ellos desean un currito debuenrollo y pagas extras, el Audi, la silicona, el viaje al Caribe con la pulserita. Pero yo -como todos los padres, quizá- deseo para ellos lo que yo no he tenido. Una lucha digna. Una lucha verdadera. Una lucha buena.

6 comentarios:

Daniel Cabrera Espinar dijo...

Cuanto mejor hagamos nuestro trabajo como profesores, menos daño podrán hacernos los que nos gobiernan.

Grandísimo post. Muchas gracias, de veras.

Lluís Bosch dijo...

También trabajo en la docencia, en la educación primaria. También porqué lo quería, por el deseo de trabajar en eso.
Y eso mismo me lleva a callejones inesperados, con salida o sin salida. A reflexiones, paradojas y cabreos. A veces no sé muy bien para qué trabajo, a veces lo tengo muy claro.
Al margen de mis rompecabezas, creo que este artículo es para guardarlo o más bien para divulgarlo.
Ojalá seamos capaces de prepararles para esa lucha sin final y sin victorias.

Ethos dijo...

Os mando, a los profesores/maestros, todo el ánimo del mundo, porque, en efecto, vosotros sois la profesión más importante que existe.
Suscribo cada una de tus palabras, y creo que no soy el único. Ánimo, Aaron.

Paula M. dijo...

La educación comienza en el compromiso . Con nuestro trabajo y con el respeto a los beneficiarios del mismo. El resto viene después.

Interesante tu enfoque, Aarón: ese "por qué somos profesores" es la mejor crema reafirmante para tan digna ( y dificil ) vocación profesional - al menos para quienes queremos hacerlo con el compromiso que merece. -

Y qué contarte acerca de los golpes que recibimos, refleja muy bien lo que todo profesor novato descubre a la primera de cambio. No nos engañemos,las imágenes de Valencia no reflejan el fondo de la cuestión,pues desde hace décadas son los comprometidos quienes se llevan los peores palos ( el alumno brillante, el profesor implicado - en su trabajo, y no me refiero a llevar la bandera el día de la mani- ) y en consecuencia aumenta la mediocridad, mermando la educación de los alumnos. Otra tema es que ellos, los propios beneficiarios, sean conscientes de lo que esto supone.Eso sí que es preocupante:los "protagonistas" de la LOE y de Bolonia no son, lamentablemente,los más interesados.

¡A seguir luchando!

P

Unknown dijo...

Creo que todos tenemos en nuestra vida algun profesor al que le debemos algo muy importante, una huella en cada uno de nosotros.

Me ha costado dejar un comentario en este post. Tan solo reiterar lo que ya han dicho otros, felicitarte por este post

Anónimo dijo...

creo que el trabajo de profesor, mas bien maestro,tiene que ser,no un trabajo sino, algo que forme parte de los que ejercen la labor de enseñar, sera la unica manera de una transmision sincera y versátil
con respecto a los alumnos, no incluyendo a la mayoria,hay una parte, que lidera, y conduce el rebaño, ¡ojala fuese asi a la hora de aprovechar aquello que se le da para ser mas racionales y tener ideas propias,en cierta medida no me creo que se manifiesten por lo que dicen, mas bien hacen ruido, ¿lo harian si tuvieran mas horas de clase y mejores resultadoS?.
Estaremos siendo espectadores del caos del futuro?