26.11.11

Apuntes en el márgen de "Un método peligroso"



1.
   ¿Por qué algunos decidimos, contra la supuesta verdad científica, apostar por el psicoanálisis? Apostar, en un sentido entre Pascal y Kierkegaard: apostar desde una fé total y sin condiciones. Quizá porque el psicoanálisis nos dijo, en primer lugar, lo que nadie nos ha dicho nunca: Yo sé de tu deseo.

2.
    El psicoanálisis a veces intenta ser domesticado. Otras veces intenta ser oscurecido, otras veces intenta ser convertido en itinerario curricular, otras veces se pasa por el filtro de la ideología. Pero el psicoanálisis en el que yo creo está a medio camino entre el gesto histérico, el deseo y la palabra. Circula entre los tres polos y no admite otra teorización que mi propia vivencia. Hasta el momento, no he tocado el diván, pero casi toda mi vida ha sido un movimiento entre el deseo y la escritura, a veces circular, a veces angustioso, a veces implícito, a veces frustrado y a veces victorioso. Del deseo a la palabra y vuela, atrapado en el losange de la fórmula del fantasma o así.
    Luego en el cine encontré algunos símbolos que me servian y decidí utilizarlos como trozos de síntomas, obsesiones, titubeos. Trozos de deseo flotantes y enquistados en un mar de goce: la biblioteca de Solaris, las lágrimas de Naomi Watts en Mulholland Drive, Eloíse en El hotel del millón de dólares.

3.
    Los primeros diez minutos de Un método peligroso son un pequeño prodigio. Cronenberg demuestra que para enfrentarse a la verdad del análisis no hace falta buscar un dispositivo cinematográfico hiperestilizado lleno de trucos surrealistas y visiones desaforadas. La escala del plano y el uso del foco restituyen el puente mágico de la palabra. El gesto total de la actriz -un gesto centrípeto, un gesto histérico que lo fagocita todo- explica el dolor del delirio y se convierte en un prodigio de humanidad. Keira Knightley es el Agnus dei del deseo, el símbolo quebrado de todos los que se duelen en su deseo. En su tremendo desgarro comparecen todas las víctimas del deseo, crucificadas sin remedio en esa insatisfacción total, escapando siempre hacia otros paraísos efímeros, devastados, paraísos mutilados de usar y tirar.
    De un lado, la vida que te cuentas. De otro, la vida del deseo que lo ha arrasado todo hasta las cenizas... And the death shall have no dominion.


4.
    El deseo, en Cronenberg, es el deseo de Jung. Quizá porque es un tema necesariamente literario.
    Hablar del deseo de Freud hubiera sido notablemente más escabroso y la fábula se hubiera disuelto en un abismo implacable. (Al final, la pregunta del millón de dólares hubiera sido: ¿azotó, se sometió, deslizó su lengua el padre del psicoanálisis por el cuerpo deslumbrante de su cuñada?). Hablar del deseo de Freud es, así entre usted y yo, bastante más incómodo.
    El deseo, en el espectador masculino heterosexual, se enrosca y se clava sobre el cuerpo sorprendentemente lacerado y terminal de Knightley, y entonces la mirada es muerte, y es sadismo, y es la vieja máxima de Isaac pero en su corriente más brutal, volvemos a Kierkegaard. Átame fuerte padre, no sea que por miedo me resista.
   Otra buena definición del deseo. Átame fuerte padre, no sea que por miedo me resista.

5.
    Dicen que el psicoanálisis está muerto. Onfray ha escrito un librito contra Freud, como antes había escrito un librito contra Dios. Onfray se considera un rebelde, ya ves, cuando nada hay más fácil y más aburrido hoy en día que escribir contra Freud y contra Dios.
    Quizá Onfray no ha deseado tanto. Quizá no haya deseado tan bien.
    En un momento casi final de la cinta, uno de los personajes, atravesado de un dolor definitivo, mira hacia atrás y recupera el hilo de lo más extremo de su deseo, recuerda lo vivido, hace acopio de la sangre derramada y finalmente susurra: Es lo mejor que me ha pasado en la vida. Esa es la máxima prueba de la importancia del psicoanálisis: un ser humano más allá de la lógica y de la razón, declara su derecho a vivir atravesado en su deseo. No en el deseo de los demás ni -quizá- en el deseo del Otro. En su deseo.

No hay comentarios: