18.8.04

Elephant (2003)


Elephant o el silencio


Elephant, 2003 - Gus Van Sant

Hay una cierta verdad en los criterios que ofrece el festival de Cannes, año tras año. Frente al brillo oscarizado de lo comercial y la (¡ay!) deplorable entrega de anti-premios españoles, todavía hay quien se atreve a premiar al Cine con mayúsculas. No olvidemos que de Cannes salieron nombres como Ingmar Bergman o Nanni Moretti.
Debo reconocer que nunca he sido amigo del cine de Van Sant (salvo contadas y loables excepciones). No encontré a Forrester ni toleré el remake psicótico del genio del suspense. Sin embargo, Elephant merece, cuanto menos, una breve reflexión al márgen.
La soledad o el silencio. Un pasillo por el que retumban los pasos de la nueva generación de americanos que marcarán (guste o no guste) las tendencias ideológicas y emocionales de los próximos años. Una maraña de etnias que, por no entender, no entienden ni siquiera que están vivas.
Pues bien, obviando el morbo de los asesinatos, obviando las (por otro lado magníficas) proezas formales de la cinta, "Elephant" es un disparo dirécto a la generación que hoy, en nuestra piel de toro, malgasta sus besos y sus sueños entre las esquinas de Élite Tarde, Salamandra, o cualquier otro garito donde deconstruír su personalidad. "Elephant" está rota en fragmentos y personajes tan terriblemente reales (en el contexto español o americano) que nuestro deber es no apartar la mirada, no caer en los tópicos de la jóven-inadaptada o del fotógrafo-bohemio, sino profundizar entre los laberintos de la tristeza, los laberintos del silencio, los laberintos que días después justificaron una legión de padres indignados con pancartas contra la NRA o contra la venta de armas sin control.
La sociedad que llega vomita en los lavabos de los institutos para perder kilos. Ni siquiera llora (extraña secuencia poética de Van Sant), porque llorar es un precio demasiado caro que ya entraña conciencia. Y la conciencia (o la entraña) es, al final, del percutor ardiendo del rifle de turno, que en Europa no es sino una indiferencia absoluta ante cualquier estímulo exterior huérfano de Márketing o privado de celofán.
"Elephant" termina con el tiroteo porque intenta recrear la matanza de Portland, pero el verdadero terror no es sino la mirada bovina y sarnosa de sus inquilinos. Los mismos inquilinos (y no salvamos distancia) que hoy mismo se pasean por nuestros institutos con las manos en los bolsillos y un grito en el cielo que nunca despertará a Dios. Ni siquiera a sus padres, absortos en la contemplación de un programa absurdo.
Los niños que fuimos han aprendido a manejar una 9 mm. No es traicionar a Peter Pan. Es tomar conciencia del absoluto poder de la tristeza.

1 comentario:

Redwine dijo...

Wow! creo que el comentario final describe perféctamente lo que sucede en esta película, cuando la ví no pude identificar que era exáctamente lo qeu me provocaba, pero ahora definitivamente me queda claro, es la tristeza y soledad que nos es cada vez más próxima. ¡Exelente entrada de tu blog! Aunque sea tan cierta. :(