19.5.13

Apuntes a propósito de "El gran Gatsby"

Crítica

1.
    Cuando Edison soñaba el cine como una caja para atrapar "la presencia de los muertos". Cuando las calles ardían bajo el crepúsculo de todas las promesas, el gran funeral de los apóstoles del espíritu y la razón, el billete en primera clase hacia el futuro y las prostitutas encerraban en sus secreteres el placer de un siglo recién estrenado, y cuando creímos -es una zona lingüística llena de turbulencias- en que el amor podría anclarnos en todo eso que los demás despreciaban: la literatura, la narración, el relato. Después el silencio se forjó entre todos nosotros y Gatsby emergió como un zombie reptando por entre las fisuras de todo aquello que nos habíamos prometido.
    Luhrmann quiere reinveintar los que ocurrió en las prórrogas de la razón. Y por eso su cine nos pertenece.

2.
    Como todos los autores, Luhrmann tiene una ouija sobre la mesilla de noche y la consulta en los grandes momentos de pánico. También tiene una colección de estilemas que llevó hasta el límite en la que, salvo sorpresa, es su obra maestra, el non plus ultra de su aullido postmoderno: Moulin Rouge. Todo lo que ruede después será siempre la misma deuda o el retorno hacia lo mismo, los palos de ciego hacia la fábula, hacia ese precario equilibrio que levantó entre las cuatro palabras clave que hoy resultan impronunciables: amor, belleza, verdad y libertad. Hay que realizar un esfuerzo supremo por no echarse a llorar o por no emitir terroríficas carcajadas al pronunciar esas cuatro palabras, venga hombre, lo mismo que ocurre al volver a leer a Bazin, lo mismo que ocurre al volver a leer a Viktor Frankl, lo mismo que ocurre cada vez que nos miramos al espejo.
    Moulin Rouge era el ensayo para cumplir el sueño de Edison, para bucear en una de las más importantes naturalezas del cine: un cine para los muertos, consumido por muertos, explícito en el cadáver como su cifra máxima. El gran Gatsby recupera esa misma idea y es capaz de mantener la mirada en la dirección correcta: la putrefacción tiene siempre un cierto deje nostálgico. Los besos sobre la piel muerta también son besos.

3.
    Luhrmann sólo sabe rodar bien tres cosas: el amor, el cadáver y el delirio. A excepción de Australia -que no es sino su gran error, su catástrofe absoluta y por la que, sin duda, pagó un alto precio personal-, el resto de su obra gira en torno a esos tres vértices. En el comienzo era el Verbo, y el Verbo decía La mujer que amé ahora está muerta, y el Verbo se hizo cadáver, esto es, nostalgia. En sus películas hay siempre un cadáver, un beso y una fiesta. No es de extrañar que la novela de Fitzgerald encaje a la perfección en las directrices de su desgarro. Luhrmann rueda la fiesta sugiriendo el amor delirante que encierra, y rueda el amor como si fuera un cadáver que viene a toda velocidad a invadir nuestra cama.
    No sabe rodar nada más. No sabe rodar una cena, una conversación -la escena del hotel, por ejemplo, es una vergüenza en términos de planificación-, no sabe rodar a un hombre trabajando o a dos amigos reencontrándose. Sus fantasmas son tan exigentes y le hablan con una precisión tan terrorífica que no puede generar un buen plano sin ellos susurrándole tras el oído. Sin embargo, cuando El gran Gatsby admite abiertamente su naturaleza de sesión espiritista en 3D la cinta comienza a crecer, a crecer, a despegar hacia territorios de una potencia visual desoladora, territorios que funcionan como espejos y como estanques y como páginas arrancadas de un obituario que mece el viento tras una tormenta nuclear. Y ahí aparece otro cine, nuestro cine, el cine que reconozco como propio y por el que sería capaz de quemar mi casa, si algún Dios delirado así me lo exigiese.

4.
    ¿Qué es lo que ha perdido el cine? Amor. Belleza. Verdad. Libertad.

5.
    El encuentro entre Fitzgerald, Lana del Rey, Carey Mulligan y el universo de Luhrmann es una de las cosas más escandalosamente mágicas y dolorosas que he visto en una sala de cine. Pero eso es demasiado íntimo. Todo El gran Gatsby es demasiado íntimo. No hay que dejarse engañar por los decorados barrocos, ni por las extravagancias del trabajo de cámara, ni por la barbarie rotoscópica. En el fondo El gran Gatsby es una cinta con dos personajes, una luz verde y una canción de Lana del Rey. Y una única línea de diálogo: Uno no puede repetir el pasado.

crítica

6.
Uno no puede repetir el pasado.
No podemos volver a casa - Nicholas Ray
Ya no tengo ilusiones. Las perdí en el curso de mis viajes. Ahora sólo quiero regresar a casa - Tomaz Pandur.

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