21.11.12

Apuntes sobre Israel

    De lo poco que sé de Dios y de los hombres.

    También de lo poco que sé de la guerra, del bajo conocimiento del umbral del dolor o de lo fácil que resulta utilizar una red social para denunciar -en 140 caracteres- un trozo de la Historia. De la política escrita desde el Ipad, o del Ipad como herramienta de escritura política.

     Ayer caía la noche sobre España y me fumaba un cigarrillo, quemándome la punta de los dedos, recordando con un compañero a Edith Stein en la inmensa admiración de la ausencia. Yo quería escribir sobre Israel como escribo siempre de las cosas que me duelen, con estos adjetivos y estos adverbios de niño barroco que -debo repetirlo- nunca ha vivido una guerra. Pero qué se yo de Israel, salvo los fragmentos imaginados y las conversaciones con los cómplices, y los retazos de un tapiz oscurecido en el interior del museo de la Historia. Ayer caía la tarde sobre España y otro compañero me paró por las escaleras para amonestarme: "¡Anda que la que estáis liando, de verdad, no tenéis puta vergüenza!". La que estamos liando, y esa primera persona del plural me enorgullece o me sorprende, y también me parece algo mentirosa, porque de Israel sólo conozco las fotografías y el tono de voz con el que hablan las personas que amo, o la menorá que me trajeron hace un tiempo y que, sin velas, ofrece una luz mesiánica y extraña en la negra leche del alba.

    Me preguntan tú que opinas de lo que está pasando o me preguntan tienes familia en Israel y luego aclaran no hay nada de malo no tienes de qué avergonzarte no pasa nada o me dicen fascista o me dicen malnacido o me dicen asesino, y así Israel y yo cruzamos el párking y nos dejamos caer en el coche con un gesto cansado, regresamos a casa y miramos la menorá con los ojos vacíos. Hace unos días, alguien invadió mi muro de facebook para dejarme fotografías de niños calcinados, mensajes que decían que éramos peores que los nazis, una tira cómica que citaba explícitamente el poder en la sombra de los Rotschild -esa cinta que presenté hace unos meses en el CBA, con el miedo a flor de piel y notando por primera vez que estudiar el Holocausto no es únicamente escribir, sino exponerte a que alguien te abra la cabeza por... ¿por fascista? ¿por sionista? ¿por filojudío?

    De lo poco que sé de Dios y de los hombres, y de lo que me gustaría explicar, saber explicar, que nadie en su sano juicio desea una guerra ni el derramamiento de sangre, que en Israel la gente teme por sus vidas y no festeja en las calles con vítores cada vez que el contador de la tragedia suma una víctima, que en sus conversaciones sólo se pronuncia una y otra vez la palabra paz sin llegar a comprenderla, como un extraño acertijo irresoluble. Me gustaría explicar que la política de Israel puede y debe ser leída críticamente, de igual manera que la política de Hamás puede y debe ser leída críticamente, pero que para ello necesitamos herramientas nuevas, perspectivas nuevas, debemos alejarnos del concepto de antisemitismo y entender que, por ejemplo, el Iron Dome no es un gasto estúpido. El problema es -como siempre- intentar hacer pensamiento desde las fotos de facebook. Pensamiento en un tuit.

     Un simple ejemplo. Uno de los materiales más citados es esa delirante tira de imágenes que compara instantáneas del Holocausto con víctimas del pueblo palestino. Curiosamente, los que acusan a Israel de legitimarse en el Holocausto son los primeros que no tienen reparo en citarlo para invertir su significado. Las imágenes son desactivadas de cualquier lectura histórica para conservar, únicamente, su sentido emocional inmediato. El resultado es una lectura aberrada, necesariamente imposible, basada en el juego de las siete diferencias visual (aquí, un niño muerto, allí, un niño muerto) y con la profundidad teórica de un sorbete de sangre. El cadáver de un niño, por definición, encierra un saber en lo real, una colección de futuros truncados, y hay que ser un descerebrado para no palpar la desolación que late en su gesto último. Un niño muerto es el fracaso de la modernidad, y no es motivo de alegría ni de celebración para nadie que no esté rematadamente loco. La fotogenia repugnante del cadáver. ¿Se han preguntado por qué Israel no proporciona la fotografía de sus víctimas civiles? Quizá porque en Bergen Belsen ya quedó claro la desnudez de un pueblo herido en lo más íntimo, el gesto de marioneta rota del cadáver sin nombre que desciende por la pendiente desde los metálicos y poco apasionados brazos de un bulldozer.

    Siento la tristeza de no poder aprender nada nuevo del debate, la tristeza de no entender cómo bajo los nuevos ropajes de la multiculturalidad asoman los viejos flecos del antisemitismo -el viejo lobby judío que controla Estados Unidos, la culpa de Alemania, los protocolos de los sabios de Sión en versión 2.0-, la imposibilidad de separar, por un lado, una política de derechas en Israel que cristaliza en una acción militar frente a, por otro, una realidad llamada Israel donde también existen facciones de izquierdas, ciudadanos moderados, pensadores críticos, en los que me reconozco y a los que reconozco. Si alentamos, por el contrario, eso de que Israel decida seguir adelante sin contar con la comunidad internacional -esto es, si convertimos todo Israel en un asesino de niños palestinos que emite terribles carcajadas en la noche del oriente próximo-, las víctimas seguirán en aumento y acabaremos trabajando en paralelo con los antisemitas y los negacionistas. Y entonces, qué quieren que les diga, consideraré que toda mi trayectoria teórica ha sido un fracaso.

    Necesito pensar que, en España, podemos pensar Israel. Eso no significa hacer una hegemonía gratuita -cosa que, por otro lado, parece detectarse en ciertos medios afines a la postura palestina-, ni tampoco apoyar un café para todos tibio que vuelva a llenar las calles de muertos en cuatro años. Necesitamos desactivar el extrañísimo sentido numérico de los nuevos argumentos antisemitas -los israelíes son peores porque mueren menos numéricamente, Israel tiene derecho a defenderse pero sólo como yo creo que debería hacerlo-, para formar, informar, y entender. Sobre todo, entender. Necesitamos contar con fuentes críticas de información, y sobre todo, hacer eso que tanto jode a los negacionistas: estudiar crítica y rigurosamente la Historia para pensar mejor. Pero eso, por supuesto, requiere un esfuerzo que no cabe en 140 caracteres.

5 comentarios:

Daira dijo...

Enhorabuena por la reflexión, muy acertada.
Ni blanco ni negro, hay que informarse bien antes de opinar, y informarse bien implica hacerlo desde el terreno en el que suceden los hechos.
Si no sabes mucho sobre el tema no puedes más que pedir paz, sin posicionarte en un bando o en el otro. Hay tanta manipulación en ese sentido que cansa.

Cada víctima civil es una tragedia, sin importar su origen. Esta es la idea que debería prevalecer, frente a tanta (des)información.
Y ello no significa que la política de Israel no sea criticable, como lo es también la de Hamas. Pero no por ello podemos criminalizar a todo un pueblo. Raros son los disfraces del antisemitismo, tienes toda la razón.

Lluís Bosch dijo...

Igual como no se puede hacer política de Tuit (y sin embargo ahí estamos, ahora, en esta patética campaña liados los catalanes a golpe de tuit ingenioso), tampoco me atrevo a hacer política en un comentario a tu artículo. De modo que apunto los elementos que se me ocurren cada vez que pienso en este conflicto:
-todas las masacres (en una guerra o sin ella) se parecen. Acaso no se parecen al holocausto también imágenes de Iraq, Afganistán, el Congo, Darfour, Croacia, Bosnia, Birmania, Vietnam, Siria, etc etc...?
-todos los pueblos tienen derecho a defenderse y todas las personas tienen derecho a no ser bombardeadas. Sin embargo, el derecho parece escrito para justificar el bombardeo legítimo.
-se debería poder analizar la situación sin el filtro antisionista o antisemita, igual que sin el filtro antimusulmán. También he leído justificaciones a la política israelí que nombran el burka, como si fuese una prenda de ropa que se debe borrar del mapa a bombazos. Si raros son los disfraces del antisemitismo, también lo son los del antiislamismo.
-la visión simplista (o tuitera) nos presenta a Israel y a Palestina como un pueblo-individuo, con una sola idea y un solo pensamiento. Pero ¿dónde están las voces críticas de Israel y de Palestina? ¿Por qué canales se recogen y se difunden? ¿Porqué no llegan con la misma intensidad? ¿No será que el estado de guerra sin fin es más conveniente para las oligarquías y por lo tanto el problema no es nacional ni religioso ni étnico, sinó de barbarie, negocios y "geoestrategia"?

Marco dijo...

Sabemos que en España, la derecha se posiciona con Israel y la izquierda con Palestina, y sabemos que en España ser de derechas o de izquierdas es como ser del Madrid o del Barça, porque los españoles pasan más tiempo pensando y leyendo sobre fútbol que sobre política, y claro, cuando se adentran en esos andurriales, ya se sabe: el forofo no argumenta, ni se informa, ni reflexiona, grita, insulta, qué si yo tengo más copas de Europa, etc.
El discurso propalestino suele ser simplista, demagogo, y se asienta en una falacia de falsa analogía entre el Holocausto y la situación en Oriente Medio, busca el aplauso inmediato, excitar nuestra buena conciencia al condenar que se mate niños, y nada hay más despreciable, vil y rastrero que el que te pongan el cadáver de un niño por delante en espera de una condena.
Mientras el mundo árabe no reconozca a Israel el derecho a existir, es el pez que se muerde la cola. La falta de proporcionalidad habitual en la respuesta militar de Israel, suele ser la mayor fábrica de mártires posible, y vuelta a empezar.
Un abrazo, niño barroco.

Johannes A. von Horrach dijo...

Mis felicitaciones por tan atinada y sensible entrada (también envidia: qué bien escribe usted). Lo que le sucede a muchísimos españoles con Israel sería tema para una tesis doctoral si uno fuera psiquiatra, pues el odio descerebrado le lleva mucha distancia al espíritu crítico y riguroso.

saludos y enhorabuena

Anónimo dijo...

¡Qué difícil es luchar contra tantos siglos de prejuicios, de tópicos, de ignorancia y de desinformación! Y da la sensación que no es posible encontrarle solución. Es una tragedia. Podríamos llenar la mesa de argumentos y la gente seguiría mirando hacia otro lado. Hay algo de atávico que impide modificar los sentimientos de los individuos que se ven en la necesidad de buscar en el pueblo judío la manera de ser, de existir; como si sólo se pudiera vivir teniendo algo a lo que oponerse de forma sistemática. La maldición del judío errante parece no tener fin.

Si te apetece, échale un vistazo al artículo que escribí sobre el antijudaísmo en España y la entrevista a la entrevista a Juan Hernández Franco a raíz de la publicación del libro "Sangre limpia, sangre española".

Un saludo y que llegue a buen puerto tu trabajo.