15.7.11

La pantalla en negro



"La pantalla en negro, como un descanso para la mirada, pero también como una señal de que existe ahí un agujero que no se puede llenar, o de que llenarlo sería como un sacrilegio, o mejor, como una llamada a quienes no quieren ser llamados: las víctimas que, como Amery, no quieren ser redimidas"
(Carlos Losilla; Flujos de la melancolía)

"I believe this lonely ghost was forced to wander on until / By chance or fate was summoned / To call on you a service that he knew wouldn't be answered"
(Matt Elliott; Something about ghosts)

La Verdad sólo se manifiesta en mitad de la desolación. Por eso el siglo XX fue el siglo más verdadero de la historia, y a la vez, el siglo de los grandes simulacros. Llevo un par de días sentado en la última frontera del lenguaje, esto es, la de no encontrar exáctamente la palabra que merezca la pena ser pronunciada para aquellos que, definitivamente, no la necesitan. Es la paradoja del duelo: no puedes abrazar a los que no necesitan ser abrazados.

Así que hago lo que hago siempre. Vuelvo un paso hacia atrás y pienso en imágenes, porque las imágenes son el espejo último en el que siempre puede uno encontrar algo que merezca la pena compartir. La pantalla en negro es siempre la pantalla más verdadera, porque en ella cristaliza y se sujeta la imposibilidad de la imágen. Por eso amamos tanto a Didi-Huberman, porque lo dijo claramente: imágenes pese a todo. El "pese a todo" es una fórmula demoledora, porque el "todo" implica necesariamente el dolor de la gente a la que amamos, su ausencia, su despedida y su innecesario sufrimiento.

La pantalla en negro es el único ejercicio de luto sincero. En los funerales -los conozco, llevo escribiendo sobre ellos desde que tengo uso de razón- lo que hay es una puesta en escena, necesaria y simbólica, pero puesta en escena al fín y al cabo. Truffaut en La habitación verde no dejaba la pantalla en negro, claro, porque comprendió que al final siempre llega el "pese a todo", y tiene un nombre y un rostro, y la luz de las velas proyectada sobre la inmensa catacumba era un ejercicio de memoria. La memoria que llena la pantalla y que rompe el negro, la memoria que habla de Dios y de los hombres enfrentados/atravesados por el Ángelus Novus, el acto del hombre que se arrodilla con todas sus fuerzas, crea o no crea. Arrodillarse es un acto inmenso y poco reivindicado porque significa exigir una respuesta. No hablamos a Dios para que nos salve del vacío -lo que sería estúpido-, sino para confirmar que ese vacío existe, que la pantalla está en negro, que termina la última bobina. Es Klotz al final de La cuestión humana -esos últimos tres, cuatro minutos de los que he hablado tantísimo sin conseguir absolutamente nada-, es Klotz, es Klotz, es no poder abrazar a los que -lo he dicho antes- no necesitan ser abrazados.

Pero el Ángel de la Historia también se marcha -¿no lo hizo Benjamin?- y sólo quedan esquirlas, astillas, páginas arrancadas de un libro cualquiera, cosas estúpidas que se amontonan en las estanterías, queda el esfuerzo del que no sabemos nada los demás, el dolor del que no sabemos nada los demás, queda la pantalla en negro y la Historia que ya no tiene relato. El relato se inventa para intentar anclar las alas del Ángel de la Historia en un rincón del ahora, una carcajada, ya sabes, La vida es una historia contada por un loco/llena de ruido y de furia sin significado, es decir, la vida es una migaja de amor. La vida no es más que una migaja de amor, y en el amor seremos examinados. Siempre es San Mateo y resulta casi intolerable que dos mil años después no tengamos nada que decir a los que no pueden escuchar nada.

Al otro lado de la pantalla en negro siempre hay una paz de la que no podremos dar cuenta. Me gustaría poder hablar de ello, pero sería absurdo. Sería tan absurdo como intentar hacer una topografía de lo que queda por vivir, y por lo demás, nadie lo necesita. A veces es mejor no alargar los posts más de la cuenta. Basta con dejar aquí, en mitad de este espacio desde el que os hablo una vela encendida y salir del encuadre sin hacer ruido. Pasan los minutos. La vela, por supuesto, se consume.

3 comentarios:

Marc dijo...

Yo sí soy capaz de encontrar la palabra adecuada: Gracias.

Anónimo dijo...

http://www.elpais.com/articulo/portada/espantoso/futuro/heroe/elpepuculbab/20110716elpbabpor_29/Tes

El futuro del héroe

Francisco dijo...

Las pantallas evocan muchas cosas. Y si no que se lo digan a Nigel Tomm.