9.3.16

En busca del tiempo perdido.gif


La nostalgia por lo que hemos vivido siempre se acomoda con más facilidad en el acto de mirar. Los que hemos crecido entre filmotecas sabemos aquello de ir rastreando los fotogramas ajenos buscando pistas sobre el tiempo vivido, haciendo de cada película una magdalena-Proust, un espejo retrovisor. Quizá nadie nos definió tan bien como espectadores como Arcade Fire cuando cantaron aquello de “I thought I found a way to enter/ It´s just a reflektor”. Las películas como puertas de entrada hacia un reflejo de nuestro propio rostro.

26.2.16

Los muertos están muy vivos

James Bond

En el plano secuencia de apertura de Spectre, James Bond le dice a una mujer: “En seguida vuelvo”, y acto seguido, sale por la ventana dispuesto a evitar un atentado terrorista. Al comentar la secuencia, Shaila García me espetó: “¡Es un héroe, por eso no vuelve!”.

QUIZÁ LLEVABA RAZÓN.

Pero yo me puse a fantasear con la película no rodada, con el gesto de la mujer que queda en silencio, en la habitación, mirando por la ventana el desfile de calaveras y muertos que vuelven, el extraño peso del tiempo y el olor a habitación de hotel recién desinfectada –que es, como probablemente ya sepáis, el olor más triste del mundo, lo que justifica que todos corramos a follar en esas habitaciones con desconocidas para no tener que soportar esa asepsia, esa sensación de hombre de negocios en ciudad de paso-, y decía, pienso en esa mujer abandonada que no importó a Sam Mendes ni a nadie, y que es, en cierto sentido, la única víctima real de toda la película...

(Sigue leyendo en el artículo completo, publicado en Visual404)

21.2.16

Spotlight o la Apología del periodismo

Crítica


umbral/Umbral. Quiero empezar recordando dos umbrales.

El primero de ellos es el umbral cinematográfico por excelencia, es decir, el salto en el que un plano deviene otro plano, el corte preciso en el montaje por el que un rostro deviene otro rostro, o un espacio deviene otro espacio.

El segundo de ellos es el umbral de mi clase de primero de Periodismo, una mañana recién desplomadas las Torres Gemelas. Atravesé aquel umbral porque pensaba que allí sería capaz de desvelarlo todo, de acallar las voces angustiadas que se me clavaban todas las noches en la parte de atrás del cráneo. Pensaba que en aquel aula me uniría a una suerte de soldados de la Verdad, gente de mucho vivir y mucho beber, gente de poblar redacciones semidesérticas a altas horas de la madrugada recorriendo teletipos y teletipos y teletipos. Yo había aprendido que el periodismo era un tercio de Bourbon, un tercio de leer compulsivamente y un tercio de que te dolieran las manos de tanto martillear contra el procesador de textos...

(Comienzo de la crítica publicada en Miradas de cine. Se puede leer el resto tal que aquí).