3.12.11

Crítica (política y cinéfila) al videoclip "El hombre del saco" de Vetusta Morla


1.
   A lo largo de la segunda etapa de este blog me he referido en varias ocasiones a Mapas, el segundo disco de Vetusta Morla, señalándolo sin trabas como uno de los mejores trabajos musicales de 2011. Más concretamente, he utilizado en varias ocasiones referencias a El hombre del saco como una de las mejores canciones del cd, y por extensión, uno de los mejores temas políticos del -suponiendo que la expresión todavía signifique algo- el indie español.
    Sigo manteniendo ambas cosas, pero creo que el clip correspondiente, firmado por Fernando Franco y anunciado a bombo y platillo por todos los blogs y revistas indies de la cosa, merece una urgente clarificación, o mejor dicho, una posibilidad de réplica por parte de la cinefilia.

2.
    Ahora bien, ni puedo ni quiero hablar en nombre de la cinefilia, pero puedo y quiero hablar en mi nombre. El hombre del saco pretende fusionar dos textos: el Saló de Pasolini y El ser humano perfecto de Jorgen Leth. Así que habría que comenza preguntándose: ¿por qué? ¿En nombre de la ética o de la estética? ¿Para actualizarlos o como puro ejercicio de cita? ¿Reivindicación política o reformulación postmoderna? Y aquí, sin duda, el suelo comienza a desaparecer bajo nuestros pies.
    Fernando Franco reduce de cuatro a uno el número de los libertinos y lo convierte en un sujeto universal, sin más atributos que la maldad. Su hombre del saco es una identidad culpable de maldad pura, pero sin ningún tipo de construcción filosófica -esto es, concreta. Puede ser uno de los banqueros que tanto odian los indignados, o un clon del dictador Francisco Franco, y lo que es peor... ¿por qué se transmuta en El ser humano perfecto? ¿Cuál es la voluntad exacta, concreta, la denuncia explícita del grupo?
La respuesta es: ninguna.
    El hombre del saco es una etiqueta efímera y vacía, un significante total en la que uno, según sus intereses, puede poner lo que quiera: a Stalin, a los profesores corruptos que infamian a sus alumnos libres con normas anticuadas, a Hitler, a Emilio Botín, al Juez Garzón. Luego, ¿qué ideología tiene el videoclip El hombre del saco?
La respuesta es: ninguna.

3.
   La reconstrucción del Saló de Pasolini es algo imposible. Tan imposible como la reconstrucción de Auschwitz, del Gulag o del S21. La cinefilia lo sabe: Saló es un non plus ultra de la imágen. Ahora bien, Fernando Franco quiere volver a Saló, y sin embargo, mostrar lo menos posible. Sugerir para que le emitan el clip en las cadenas de televisión, ser políticamente correcto y mostrar un culo como mucho, un principio de teta como mucho. Es decir: censura y borra el mayor logro de Pasolini.
    Su opción es estética, no ética. Y nada hay más ético que mostrar a una niña huérfana obligada a comerse un pedazo de mierda por un descabellado fascista. Pero, lo repetimos: en el clip no hay ni fascismo, ni cuerpos realmente desnudos -desnudos para el ojo total del observador, esto es, del verdadero hombre del saco pasoliniano- ni muchísimo menos mierda. Nata, chocolate, sugerencia. Pero Pasolini mostró la mierda, la puso sobre la pantalla, y por eso precisamente Saló es Saló.
     Franco ha querido rodar un Saló sin Saló, y por eso se vale de "víctimas" que parecen, en realidad, modelos de la campaña de H&M. No son feos y desesperados como los corderos sacrificales de Pasolini. Son estéticos hasta muertos, hermosísimos en ese plano final "multicultural" en el que mueren negros, blancos, todos igualados en la muerte... publicitaria. Una muerte de spot, una muerte pasada por la belleza estética -no ética-, una muerte que le hubiera enrojecido de vergüenza ajena a Pasolini. Lo mismo se puede decir de la víctima "privilegiada", la modelo rubia que finge frente a la cámara un tipo de angustia que resulta extraña, forzada... una angustia sin angustia.

4.
    Russian Red dijo claramente: soy más de derechas. Nacho Vegas grabó claramente un EP sobre el movimiento 15M. Vetusta Morla se ha dejado seducir por el discreto encanto del gafapastismo, ay, reformulación de Pasolini, juego postmoderno, y quizá se hayan equivocado estrepitosamente. Ya no se puede hablar de "maldad" en abstracto. No después de las 120 jornadas de Sodoma, y mucho menos, en las 120 jornadas de Sodoma. Los monstruos hacen filosofía y adoran la belleza, aunque sea descompuesta. No perdamos el tiempo tomándonos un té frío en el salón de invierno e intentando llamar la atención con imágenes rodadas hace tres décadas.
    Tom Ford, maldita sea, no hubiera rodado Saló en la vida. No podemos obligar a los textos a decir cosas que no dicen, forzarlos, prostituírlos, convertirlos en otra cosa. De lo contrario estaremos precisamente en el territorio más peligroso del totalitarismo.


3 comentarios:

Adrián Rguez. dijo...

Vi hace un par de días el vídeo. Una amiga que está loca por este grupo... No me gustó demasiado, aunque no supe explicar(me) por qué. Ahora que he leído tu post, lo sé.
Gracias, Aarón.

Lluís Bosch dijo...

Creo que vivimos todavía del postmodernismo, y eso implica revisitar y hacer citas pero con una intención estrictamente culta y elegantes, evitando el sentido ético y problemático.
La verdad es que sólo la idea de usar el "Salo" de Pasolini para promocionar una música pop ya me parece suficiente declaración de postmodernidad, con toda esa carga de vacío que lleva. Es más o menos como aplicar el "pensamiento débil" al campo del cine, y crear una "cinematografía débil".
Diría que "salo" es imposible de reconstruir, e imposible de versionar.

campanilla dijo...

Un espejo roto en la pared/
descompone en mil pedazos/
donde escondí/
todo aquel calor

Enormes vetusta.

(en cuanto a la no-música, deberías considerar escribirle a la "VEVE" una carta abierta!)