7.11.11

Melancholía (I): La inscripción

 
La música del apocalípsis. Wagner. La resurrección de una pasión total, las llagas en las manos, la herida de mi costado, la sangre derramada para el perdón de los pecados, la muerte de Dios, el parpadeo de Zaratustra, la manera brutal en la que hicimos el amor junto a aquel tronco seco en el Edén por el que fluían las manos de los cadáveres, ¿te acuerdas, mi amor, de la manera en la que mutilaste tu sexo, un sexo psicótico y carnívoro que había colocado entre mis dedos mientras el mundo era mundo, mientras todo era principio y nos amábamos en un océano de sangre y de locura?

    He preguntado una vez, aunque puedo repetirlo. ¿Te acuerdas, mi amor...?

    Von Trier destrozó el Génesis. Lo invirtió con toda brutalidad. Ahora ha reescrito el Apocalipsis, hasta siempre corazones podridos de purísima avaricia. Melancholía es una obra de tesis y funciona única y exclusivamente a ese nivel. En la primera parte ejemplifica por qué la raza humana es un tremendo error, una impresionante estupidez. En la segunda parte introduce la única solución posible al problema: morir de melancolía, morir arrasado por una luz total que nos redima de nuestra soledad, de nuestros errores, de nuestro -poco- amor. Quizá recuerden que el chico de Dogville buscaba a toda costa ofrecer "una sabia lección" sobre la "piedad" a su pueblo. Quizá recuerden lo que son, quizá se sientan tan cansados como yo mismo o como Von Trier, cansancio definitivo metido en los huesos de mediocridad. El concepto de hombre nos ha decepcionado. Yo me he decepcionado en incontables veces como hombre... ¿por qué no querría desnudarme bajo la luz de Melancolía y dejarme arrastrar por su danza de la muerte? ¿Acaso Otros/otros lo hicieron mejor?

    Nadie lo ha dicho todavía, pero Von Trier está intentando reescribir la Biblia. Tiene una caligrafía de colegial atormentado y le tiembla el pulso. Von Trier trepa por su ventana y se queda mirando en silencio el cielo en busca de una destrucción definitiva que nos traiga la paz. Un abrazo cósmico. Una despedida como una fiesta que nos libre para siempre de nuestros padres, de nuestros hijos, de nuestros amantes. Es tan sabio en su dolor. Si Dios existiera, ay. Pero el cielo de Von Trier está invertido -como estaba el cielo de Los pájaros de Hitchcock- y lo que queda es un sumidero por el que desciende la materia fecal de nuestra Historia. Los tres mendigos. Un planeta asesino. Lo mismo da. Gloria al Miedo en las alturas, y en la tierra pánico para los hombres que añoran al Señor.

    Von Trier nunca perdonará este cenagal de suciedad en el que todos hemos comprado una parcela. Nunca perdonará la destrucción de lo simbólico -esa boda angustiosa y llena de úlceras como sujetos, musiquillas de Frank Sinatra en sordina, esa boda que todos hemos vivido en lo más íntimo de nuestra experiencia, no lo niegues, no tengas el valor de negarlo ahora que has llegado a esta línea del post-, y nunca perdonará que... voy a decirlo claro. Nunca perdonará vivir en un mundo que torturó y desquició a Tarkovski, en lugar de abrazarle y besarle sus pies destrozados de Profeta y Santo Ruso. Von Trier -la referencia a la publicidad no es baladí- sabe que ya no existe la relación entre lo Sagrado y el Arte, y entonces, como todos los que tenemos su misma enfermedad, se siente demasiado solo. Intolerablemente solo. San Von Trier, llorando sangre rodeado de olivos mientras el mundo (no) estalla.

    Otros dicen que Lars von Trier es un payaso.

    Yo digo: Ay de vosotros, que no llorásteis de pánico y de rabio la primera vez que vísteis Sacrificio. Yo digo: Ay de vosotros, que todavía pensáis que saldréis vivos de este mundo. Ay de vosotros, que pensáis que la melancolía se cura con antidepresivos o con libros de autoayuda. Ay de vosotros, que no sabéis que los cementerios arden de deseos melancólicos, que no sabéis cómo arden las ciudades, los huesos, los horizontes. Ay de vosotros, que pensáis que las cosas que ocurren significan algo, algo trascendente.

    Y ay de mí, porque cada noche yo también me asomo buscando ese planeta azul al otro lado de la ventana. No soy culpable. Es un planeta que -Solaris lo demostró- nos devolverá la cifra misma de nuestro deseo.

1 comentario:

Lluís Bosch dijo...

Hace apenas tres días he visto "Melancholia", y como siempre Von Trier no me ha dejado indiferente. Tres días, pero sus imàgenes y símbolos todavía me resuenan. Me ha parecido más potente y sugerente que en ocasiones anteriores, aunque es buena tu lectura del Anticristo. Del Génesis al Apocalipsis en dos películas.
A mi me fascinó su última secuencia: la fragilidad. Unas pocas ramitas para protegernos.
Voy a enlazar este blog. Falicidades y gracias por tus reflexiones.