10.6.15

Phoenix y los rostros

Holocausto


Del trauma, aunque parezca sorprendente, nunca regresamos con el mismo rostro.

Cuando la herida aparece en el tejido de nuestra experiencia, cuando se vive y se transita un cierto dolor, siempre hay una carga, una suerte de lejanía que se deposita al fondo de la mirada, o en los pómulos, o en el cansancio que se escribe alrededor de la boca. La cámara de cine se hermana de alguna manera con aquella idea de Oscar Wilde a propósito de la maldad que se imprime sobre el cuadro de Dorian Gray. En su rostro. En sus facciones. La maldad, el trauma, el goce y la pasión van convirtiendo nuestro rostro en una suerte de confesión andante. En la infravalorada After (Alberto Rodríguez, 2009), un personaje le espeta a otro: «No tienes el rostro que te mereces».

(Puedes leer el texto completo aquí, en mi colaboración habitual en Miradas de Cine).

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