6.3.14

Postpoema #03: Kay en Marienbad


...conocí a Kay allá por el principio del milenio [nos dijimos adiós en el after de Plaza España] y se parecía un poco a Christina Hendricks pero con la escritura torpe de los años todavía no vividos, y así enarbolaba su sufrimiento y [justo hoy que ha muerto Leopoldo María Panero, ella andaba destrozada pero era todavía peor porque cada vez que sonreía se veía venir que su vida sería un desastre, un suma & sigue de sesiones de análisis & ansiolíticos & monstruos en el armario = quizá la amaba por eso, porque era la desolación que llegaba corriendo y siempre me ha obsesionado la gente que se destroza a sí misma, me gusta sentarme junto a ellos y posar mi mano sobre sus párpados cerrados, como si justo ahí se sustentara -quizá lo haga- el prodigio de lo imaginariosimbólicoreal, justo hoy que ha muerto Leopoldo María Panero] y si por aquel entonces hubiera escuchado a Crystal Castles me hubiera gustado bailar con ella Not in love [yo he bailado muy mal siempre, y además ella andaba por aquel entonces colgada de un animal que me sacaba una cabeza y que además era un joven emprendedor de los de hacerse los turulos con billetes de cincuenta y yo tenía en mi cartera sempiternos veinte pavos que me gastaba, puntualmente, en tres títulos de bolsillo Anagrama, Kay quería que yo le hablase de Carver, pero prefería follarse al joven emprendedor], y recuerdo puntualmente las películas que vimos en los Renoir, o mejor dicho, algunas escenas de las películas que vimos en los Renoir: en una de ellas, premio para el que la acierte, había un espejo y sonaba Space Oddity y con eso ya está todo o casi todo dicho.

El año pasado en el after de Plaza España. Si. Era como Marienbad pero pixelado, un Marienbad 8bit de saber que mientras yo hacía otras cosas -mientras yo leía a Carver o viajaba en la línea 5 o fumaba aliñado en las escaleras de emergencia o repasaba los mensajes del móvil- Kay andaba trabajando repartiendo flyers en la puerta de una fiesta organizada por el joven emprendedor, y en fin, todos sabemos quién y cómo se ganaba las propinas, aunque yo sospeché que a veces estaba también en esas fiestas -era como Marienbad, queda dicho-, y me servía a mí mismo toda esa tristeza que acabas añorando, de una manera extraña [el envés 8bit de la tristeza es como un tema de Electric Yakuza, probablemente Thriller en Grym, o alguna otra canción para la que yo soy demasiado viejo]. No sé cómo fue lo del after en Plaza de España, pero me consta que me hizo daño y me pasé ocho meses jodido, coleccionando esquelas y cortándome al afeitarme, la sensación de que la mirada es un pétalo podrido o de que los sacerdotes santos de Dostoievsky se están descojonando en la planta de abajo de tu cabeza. Sabes a lo que me refiero.

Kay nunca respetó las normas de Marienbad, y por eso me dijeron amigos comunes que había atravesado el loop del eterno retorno y había escapado de la jaula para -déjame contener la risa- labrarse un futuro. Ella, que tenía tatuado en el brazo derecho una cita de Kurt Cobain con faltas de ortografía y se había anclado en toda esa mierda de Limp Bizkit, Linkin Park, en fin, cosas como de mucha vergüenza ajena y de niñasuperalosquince, niñasuperalosquince [que no es otra formulación de acepta esta jaula, nunca entendí muy bien cómo Resnais pudo hacer cosas como On connait la chanson después de Marienbad, cómo intentó formalizar su biografía, hacia dónde quería llegar, en qué sentido, por qué volver a levantar el aparataje de la melancolía narrativa si ya estaba todo dicho,

todo dicho

aunque Kay nunca llegara a entender gran cosa

aunque duelen las imágenes...


que nunca han tenido lugar. Siquiera en Marienbad]

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