30.10.12

Carta para David

    Querido David:

    Aunque todavía no me conoces, soy tu tío el profesor. No soy el mejor de tus tíos, ni el más alto, ni el que gana más dinero. Yo sólo soy el que escribe. Pronto verás que en este mundo al que acabas de llegar cada uno hace una cosa distinta: unos venden cosas, otros las fabrican, unos hacen música y otros la escuchan. Unos hacen daño y otros sanan. Yo, a lo que me dedico, es a hablar a los demás de las pocas cosas que intuyo y a escribir sobre ellas.

     Escribo sobre muchas cosas. Escribo sobre películas que veo -las películas, ya las conocerás, son como enormes juguetes que no se agotan nunca-, escribo sobre la gente a la que amo, sobre lo que ocurre en las calles, sobre planetas azules y sobre cosas que ocurrieron en Europa hace muchos años. Pero de todas las cosas de las que tenía ganas de escribir, tú eres la primera y la más importante de todas.

     Querido David, pronto comprenderás que la vida es un relato. Un relato que comienza, en el mejor de los casos, con dos personas que se aman y desean la llegada de una tercera. Y cuando esa tercera persona a la que se ha esperado con tanto anhelo y a la que se ha imaginado tantas veces, por fín llega, y está con nosotros y abre los ojos -nos enseña a mirar otra vez, por así decirlo-, entonces todo es una fiesta y pensamos que un Dios extraño nos ha bendecido y que tenemos una cierta responsabilidad para hacer las cosas lo mejor posible. Ya sé que no me entiendes -¿cómo podrías hacerlo?- pero cuando lo hagas sabrás que este día, un 30 de Octubre lluvioso y anodino, se cumple en tí una espera y un deseo. El deseo, ya digo, de que estés con nosotros.

     Conozco a tus padres desde hace ya tiempo. Tu padre ha sido -debería empezar por ahí- una de las personas de las que más he aprendido en mi vida: un hombre íntegro que ha sabido perdonar y compartir, discutir y crear sin condiciones. A tu padre le debo muchas cosas, y puede que algún día, dentro de un par de décadas, nos sentemos juntos mirando el mar inagotable de tu Isla y te contemos un buen puñado de historias disparatadas, historias que te harán desternillarte de risa sobre la ingenuidad, la locura, historias sobre rodajes, obras de teatro, canciones, fracasos, triunfos, bichos palo, despertares. A tu madre la conocí un tiempo después y en seguida comprendí que tenía la luz de un territorio soñado, la alegría de quien es capaz de vivir con todas sus fuerzas, la fe, la aventura, la esperanza y el coraje. Cuando les he visto juntos sólo he acertado a pensar: "¿Acaso podría ser de otra manera?". Y no, no podría serlo.

     Querido David, no te voy a engañar, has llegado a un mundo extraño en tiempos convulsos. Pero descubrirás que -pese a lo que tu tío el profesor escribe-, esta tierra está llena de cosas valiosas que nunca decepcionan y que tenemos que pelear todos juntos. Por ejemplo, cuando tu padre te hable de música, procura poner atención porque, aunque casi nunca te hablará de discos grabados más allá de 1999, algo sabe del tema. Cuando tu madre te ofrezca su consejo, piensa que te está dando un trozo de su propia vida.

    Y no sólo eso. Qué envidia, David, pensar en todo lo que te queda por descubrir. Penélope de Serrat y el California dreaming de los Mamas & The Papas, la quinta temporada de Perdidos y el final de El imperio contraataca, las Palabras para Julia de Goytisolo y el No te salves de Benedetti, las tres de El padrino y los libros de Tolkien, el Hey Joe de Jimmy y el Hey Jude de los Beatles, tener 14 años y vivir en el infierno, los coches de choque, Woody Allen, ser abandonado, reencontrarse, perderse otra vez, jurar odio eterno, ser el más chulo del barrio durante no más de dos horas, Pink Floyd -en esto, me temo, tu padre y yo te ganamos por la mano y fuimos juntos a ver en directo a Roger Waters, lo siento- aprender a tocar la guitarra, ser abandonado de nuevo, querer cambiar el mundo, la época metalera, los primeros discos de Radiohead, suspender y ser castigado como un capullo, ver cómo la vida te separa de algunos amigos y más tarde te vuelve a juntar con ellos para descubrir que el tiempo no os ha cambiado tanto, Quique González, Fito -a mi no me gusta demasiado, pero me temo que tu padre te lo inyectará en vena-, aprender a bailar, las manifestaciones, Kafka -ya me encargaré de eso-, quizá un nuevo tipo de techno que todavía no imaginamos, quizá usar la versión actualizada de expresiones como "ir to loco" -un consejo gratis: nunca te enamores de una mujer que diga "mazo", ni "tronco", ni "loco"-, la primera vez que escuches Bohemian Raphsody, la primera vez que veas Los cuatrocientos golpes -tu padre no la tendrá en casa: llámame al móvil y pídeme una copia-, la primera vez que.

     Y la segunda.

     Y la tercera, y así hasta que comprendas que todo esto quizá no tenga demasiado sentido pero que, a su manera, es también hermoso.

      Querido David, tienes nombre de rey judío y has nacido en una casa de marineros. ¿Cómo no va a ser tu vida prometedora y cómo no íbamos a tener ganas de verte?

      Te quiere:

      Tu tío el profesor.

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