29.6.12

HOTEL KID: Bambi, un paquete de Donuts y una botella de Four Roses



(Ilustración de Almudena Caminero)

- ...con lo que Aarón, en fin, últimamente andas de capa caída con estas cosas, yo no puedo publicar esto, tienes que centrarte, focalizar, darte un tiempo, conozco un spa al norte de aquí, dejar que entre aire por algún lado, reducir la dosis de café, tomarte las cosas con calma y recordar que no todo es tan negro, que las cosas van cuadrando, poco a poco, pensar en positivo...

    Bambi. El puto Bambi. Bambi era un tipo bronceado que me había editado algunos artículos en sus revistas. Nadie sabe por qué, pero tenía varias secciones de cine y buenos anuncios de lencería femenina a doble página. Bambi representaba todo lo que odiaba en este mundo: una sonrisa de letrina inundada en Fluor-Kin, seguridad democrática en la votación moderada, discos de Enya en coches familiares, Daniel Goleman tras una sobredosis de Reiki.

    Pero Bambi pagaba. Puntualmente. De hecho, Bambi me pagaba doscientos pavos por conferencia y cincuenta pavos por columna, el doble si el texto lo firmaba un colega suyo que iba para Catedrático pero tenía el pequeño defecto de ser analfabeto funcional. Por ese precio yo le troquelaba todo tipo de textos, Laudatios Honoris Causa, manuales de la cosa - ¡Las 50 mejores películas de Zombies de los 90! ¡Marilyn: La biografía no autorizada!- que me iban pagando la habitación, los paquetes de Chester y las entradas del Rialto. A veces cobraba un extra e invitaba a Laura Lee a cenar en el Dinner´s de Vine, pero a ella solía picarle la nariz y acababa en la parte de atrás del coche con el puertorriqueño que fregaba los platos o con cualquiera que pasase calidad. Yo acaba siempre en el Seven Eleven con una botella de Four Roses y un paquete de Donuts, y de ahí me daba el piro a la sesión de madrugada del Rialto.

    Bambi, por el contrario, no le pegaba a las drogas. Las chicas del Hotel contaban que cuando Bambi dejaba a su mujer y a sus hijos en casa solía dejarse caer por las barras americanas de la Bahía de San Pedro para hablar con una mulata triste entrada en carnes que tenía tres hijos y una entrepierna en estado Def Con Cuatro. También me contaron que la mulata se quedó embarazada -quizá de Bambi, quizá de otro tipo- y decidió tener el niño. Cuando los servicios sociales le preguntaron por qué, ella respondió que aquel niño era un castigo de Dios por todos sus abortos anteriores y que ella, como buena cristiana, había decidido asumir su responsabilidad de una vez.

    Perdió al crío cuando estaba de cuatro meses.

    No sé si fue una gran catástrofe.

- ...fíjate, Aarón, esta crítica de Shame que me has presentado, y otra de Von Trier, yo no puedo estar siempre colocándote lo mismo, tienes que hacer otra cosa, escribe sobre Wes Anderson, que ahora está de moda, ¿puede ser? Tarde o temprano van a cansarse de esto, siempre lo mismo, y no será porque el cine no es algo mucho más amplio, ¿algo clásico? ¿un John Ford...? ¡Algo con un poco de luz, por Dios!

    Una botella de Four Roses y un paquete de Donuts da para mucho. Para no imaginar a Laura Lee entre las piernas peludas de aquel otro tipo que huele a Fairy barato y a hamburguesa quemada, por ejemplo. O para soportar sin llorar una reposición de The future de la July, mirar las dos entradas y que sólo te rasguen una, la gran fiesta del videoarte y de la crueldad, vamos equipo. Una botella de Four Roses y un paquete de Donuts son la dieta equilibrada para no acabar desequilibrado en esos fines de semana que comienzan un viernes lleno de ceniza y que se presentan eternos, solitarios, gélidos, inhabitables.

    Bambi conoció a su mujer en un garito de la zona guapa mientras sonaba Never gonna give you up de Rick Astley. Ella se quería dedicar a las inversiones de riesgo pero acabó pariendo tres niños y pegándole al Xaniax. Uno de sus hijos -el mayor- colecciona videos de zoofilia y utiliza la tarjeta de crédito del padre para entrar en ciertas páginas web rusas. La hija del medio quiere hacer un MBA y trabajar en inversiones de riesgo. El hijo pequeño canta en el coro del colegio anabaptista When Johnny Comes Marching Home y sus padres lloran, emocionados.

-...¿entonces harás ese esfuerzo por mí? ¿Si? ¿Me podré pasar por los artículos nuevos la semana que viene? ¿Algo de Wes Anderson, definitivamente?

    Asiento con la cabeza. Bambi me estrecha la mano. Deja su cheque encima de la mesa.

    Va a ser una semana muy larga en el Hotel Kid, ya puedes jurarlo.

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