13.11.05

Pink Floyd at Pompeii (1972)


Pompeya

Pink Floyd live at Pompeii, 1972 - Maben, Adrian

En el confuso mundo del documental/concierto musical, y en sus lindes con la técnica cinematográfica se encuentra un baldío terreno de discusión y polémica. Los fans del grupo acuden con los ojos abiertos a deleitarse con las andanzas de sus ídolos (véase el subproducto "Sin fín" asociado a las feromonas de las seguidoras del Canto del Loco), y algún que otro espectador poco avispado se somete a la tortura de aguantar el metraje íntegro por cualquier tipo de disfunción (ser la novia/novio del groupie de turno, ser crítico cinematográfico, ser poppie o, en otro caso, ser fan del videoartista padre de la criatura). Lo cierto es que al resto de la humanidad le importa un bledo si los Beatles hacían sus gracias en "Magical Mistery Tour" (de los trabajos de Richard Lester no hablo porque tienen su gracia), si Tom Waits se desgañita en el "Big Time" o, en el peor de los casos, si Hombres G sufren desventuras pijo-estudiantiles en esa joya del cine patrio llamada "Sufre mamón". (Inciso: Hace un par de años una famosa distribuidora tuvo la poca vergüenza de reeditar la filmografía de los Hombres G en Dvd con todo lujo de extras. Creo que hubo gente que se la llegó a comprar)

Dicho esto, si usted es (como es mi caso) un fan de Pink Floyd, deberá pasar obligatoriamente por el concierto de Pompeya. Si prefiere bailar reageton, le recomiendo encarecidamente "Segundo asalto" como una genial inversión para su dinero y sus neuronas. Si (se suele dar el caso por Internet) es usted de los que piensan que después de Syd Barret no hay vida en los Floyd, yo sólo puedo encogerme de hombros y aceptar sus críticas sin compartirlas. Hay algunas polémicas tan infantiles y pueriles en el mundo de la música/cine que todavía me siguen sorprendiendo.

Las iras de este post, sin embargo, deben recaer en el señor Adrian Maben, el director del concierto de Pompeya, conocido por haber sido el mindundi al que le tocó en gracia rodar a los Floyd y que, después de sus últimos batacazos en taquilla (la pretenciosa "Postales desde el filo" de 1989 y una serie de televisión llamada "Riviera") se decidió a retocar el concierto del 72, ponerle unas cuantas tomas sobre la hipotética grabación del "Dark side of the moon" en blanco y negro/color mal tratado, y sacarlo en dvd con la conocida etiqueta de "Director´s cut". Miles de fans de los Floyd en todo el mundo a pasar por caja y darle unos cuantos royalties al pobre hombre, a ver si le financian alguna otra cosilla.

El absoluto engaño que ya supuso en su día el "Live at Pompeii" (tan sólo tres de los temas originales fueron grabados en Pompeya y el resto se hizo en un estudio de París) se perdonó porque el concierto era grandioso, los Floyd estaban en su salsa, había unos cuantos temas grandilocuentes y bien elaborados, y el montaje psicotrópico parecía acompañar al estado mental de los tipos que fueron a verla a las salas. Eran tiempos extraños, en cualquier caso, y algunas excentricidades del momento (las interminables idas y venidas rocksinfónicas, el perro que ladra azuzado por los propios Floyd, los planos detalle épico-lisérgicos...) se miran hoy con cierto cariño distante, incluso por los que no vivimos la generación del flower power y nos engachamos a la banda a partir del "Division Bell", rescatando los restos humeantes de un talento inacabable. Pero esta vez, con este producto, Adrian Maben nos ha robado la cartera y la paciencia, incorporando media hora insufrible de declaraciones absurdas tipo "Soy una estrella del rock en los 70 y llevo un ciego considerable" o documentos que a nadie le importan un carajo, como Nick Mason comentando el pescado de los estudios EMI. O Roger Waters (evidentemente perjudicado) jugando con los sintetizadores arcaicos en pleno delirio creativo/drogodependiente. Por otra parte, es imperdonable esa extrañísima recreación virtual de Pompeya que el señor Maben parece haber encargado a su sobrino de 13 años que se acaba de bajar el 3D Studio.

Y así volvemos a lo de siempre. Hay obras que merecen un respeto, aunque sólo sea porque los fans de Pink Floyd han demostrado con creces su paciencia y su buena disposición a rascarse el bolsillo (2 ediciones de "The wall" en Dvd en menos de tres años; otras 2 del concierto de Roger Waters en Berlín en menos de dos años), como para que este tipo de productos lleguen al mercado de una manera tan delirante. En vez de aprovechar a fondo las posibilidades del 5.1 para recrear correctamente esa extrañísima delicia psicodélica que supone el sonido Floyd de "Echoes" o "A sacerful of secrets", se nos endilga una milonga comercial capaz de hacer perder los papeles a cualquier crítico. Ya ni siquiera hablo del engaño insostenible (las supuestas escenas de la grabación del "Dark side of the moon" son evidentemente falsas, teniendo en cuenta que el disco se terminó mucho antes de que el material audiovisual fuera grabado), ni de la ruptura del increíble montaje que tenía el concierto original. Hablo de ese desprecio por lo que supuso el "Live at Pompeii" original, el malditismo y la furia, la idea mítica y portentosa, la silueta de Waters a punto de golpear al sol mismo. Hablo de los últimos retazos de un sueño que (ay) no volverá nunca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo estaba por ahí dando una vuelta por la red y sin quererlo me he topado con tu blog, precisamente preguntandome por qué habia dirigido Adrian Maben el video de los Floyd.Por dos razones principales, uno no tenia ni idea de lo que había hecho ese tio antes para que le encargaran el video y dos, por favor vaya concierto (grandioso) tan mal aprovechado. Estoy totalemente de acuerdo contigo y me he descojonado leyendo lo del sobrino con el 3D Studio,porque es verdad, por no hablar de las cortinillas en forma de llamaradas (lo más hortera). Lo único que tengo que apuntillar es que a mi me molan cantidad las escenas de ellos hablando de ostras y me parece muy bonito ver a Waters flipando entre drogas y sintetizadores. Me mola porque me molan los Floyd más que nada y pienso que no habrá una banda igual y si a ellos lo que les iba eran las ostras, los viajes y flipar con sintetizadores, yo francamente quiero verlo. Me pareció un lujazo poder verlos en su salsa y hablando de cosas banales.Y nada más, solo que es un honor y estoy encantada de conocer a otro gran fan del sonido Pink Floyd.