9.4.14

A propósito de "The strange colour of your body´s tears" [Cattet + Forzani]

Cattet Forzani
L'étrange couleur des larmes de ton corps
You say that you’re stuck in a pale blue dream/And your tears feel hot on my bed sheets/Drape your arms around me and softly say/Can we dance upon the tables again?
Bat for Lashes, Laura

Cuando los niños tristes de mi generación descubrimos Carretera Perdida caían chuzos de punta. Desde entonces, experimentamos un picor ante la tiranía de la narratividad -pero también un respiro en el consuelo de la narratividad, no empecemos marcando las cartas de la baraja-, con esa precisa coreografía de acontecimientos dispuestos causalmente que genera la posibilidad del sentido. Lo que más me gusta de la edición anual del Atlántida es, sin duda, el tremendo esfuerzo de los programadores por seleccionar con todo cariño películas en las que la ilusión del sentido se resquebraja precisamente a través de la carcajada (Why don´t you play in hell?) o a través de la belleza.

    A estas alturas del partido ya no hace falta defender que Cattet y Forzani son dos de los más dotados arquitectos del horror contemporáneo. Conocen a la perfección los resortes del pánico y de la belleza, del cuerpo y de la angustia, y actúan directamente sobre la mirada. Sus propuestas se inyectan directamente sobre la pupila, la erosionan, tienen un algo de cuchilla buñueliana y un algo de puticlub barato regentado por Dario Argento. Y ahí, claro, nos ganan. No sólo por la precisión con la que superponen las referencias cinematográficas -hay algo en su ejercicio referencial que tiene también un aspecto gélido, más cercano a la mesa de operaciones que a la cinefilia-, sino por la posibilidad misma de superarlas por la derecha. Cuando los niños tristes de mi generación descubrimos Inferno, caían chuzos de punta.

Creo, en otra dirección, que Cattet y Forzani actúan precisamente a la contra de Argento en tanto para ellos la cuestión de la belleza (y del trastorno sentimental, amoroso, no lo ocultemos más tiempo) es el núcleo mismo desde el que emerge el horror. Contrapongamos, por ejemplo, una cinta como Phenomena a The strange colour of your body´s tears. En la primera, Argento es consciente de la desarmante potencia de Jennifer Connelly dentro del plano, de la complejísima red de identificaciones emocionales que se provoca -idea que el director llevará al paroxismo en El síndrome de Stendhal-, pero para controlar los daños genera alrededor del cuerpo de la mujer una tramoya un tanto sonrojante llena de insectos y sugerencias morales. En la segunda, por el contrario, de lo que se trata es de exponernos a la dimensión máxima del amor -el amor que emerge desde el pasado, o quizá sea la lujuria, o la bifurcación en la que ambos confluyen, bifurcación apocalíptica en la que, por cierto, siempre caen también chuzos de punta. Qué hermosísima película romántica llena de cuerpos mutilados y cabezas amputadas. Se trata de un gore de lo íntimo, un gore ensimismado y reflexivo que gira en torno al nombre de una mujer.´

Cattet Forzani
L'étrange couleur des larmes de ton corps
Laura -la presencia demoníaca, o quizá amadísima- sobre la que se desliza la cinta vive en el interior de las paredes de un edificio art nouveau que funciona, a su vez, como una perfectísima analogía de la primera tópica freudiana. Se cierra el nudo borromeo entre psicoanálisis, arte y arquitectura: tras las pinturas de una lujuria gozosa y de pura celebración se arrastra la sugerencia del cuerpo destructivo que podría, si acaso ese fuera su verdadero designio, destruir todo lo que compone el universo. 

Cattet y Forzani llegan a ese punto en el que el diván ya no resulta suficiente y generan la posibilidad del descubrimiento del fantasma como acto trágico y sexual definitivo, poniendo sobre la mesa un material que podría ser -dependiendo de la desesperación del espectador- el de una pesadilla o un sueño húmedo. Los sueños húmedos traen siempre la luz de la desolación a la mañana, como Laura trae la muerte, la nostalgia o la putrefacción pasional en su cuerpo múltiple o imposible. Pero es, a la vez -y por eso hay algo definitivamente incómodo en su belleza- una Sadako conmovedora que emerge del pozo de los deseos para prometernos que en el interior de su pánico absolutamente toda la felicidad es posible.

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