Así que yo te hablé de mis triunfos
de mi últimos versos, de mí mismo.
Y casi sin mirarte. Miraba tu café
que removías
ausente, como en trance,
como si fuera lo más interesante del planeta
(Rodolfo Serrano, De Entonces, un año)
Querida Gianna:
Tenía pendiente tu carta como se tienen siempre pendientes las cosas importantes. Los domingos por la tarde son los paréntesis de la escarcha y la metralla, los momentos de no afeitarme jamás y escribir las críticas tristes de la semana, añorar a los amigos, cotillear facebooks de antiguas amantes. Y escribir cartas. Los domingos por la tarde suelo pensar en ti, y de cómo nos conocimos hace ya casi una década, antes del porno en HD, de que ficharas por Brazzers, antes yo creo -¡y ya es decir!- del primer vídeo de Sasha Grey.
Hace unas semanas me preguntó un colega por qué no escribía un libro entero sobre porno, y le expliqué que no me parecía sano estar siete meses anclado en la melancolía. Se pensó que bromeaba, Gianna, pero tú y yo sabemos que es verdad y que los vínculos emocionales virtuales -¿has visto ya Her de Spike Jonze?- son la antesala de nuestro auténtico deseo. Luego está la realidad, claro, pero a quién le importa.
Cuando te conocí, Gianna, lo recuerdo, me quedé sorprendido ante tu desarmante ternura. Andábamos saturados de rubias siloconadas -el icono Jenna Jameson hizo mucho daño- y los cánones del porno post-vhs no ofrecían muchas respuestas. Amazonas de rubio industrial, ya ves tú. Pero trajiste una suerte de ternura divertida a las pantallas, una apropiación de la felicidad y de la cercanía casi impúdica, como si todo aquello fuera un juego ingenuo, como si pudieras mostrarte mucho más allá de los hercúleos erectos que pasaban por allí, torpes excusas para que le entregaras tu sonrisa a la cámara. ¡Y cómo sonreías, Gianna, con ese gesto ingenuo que uno no encontraba nunca en los bares de Alonso Martínez! Manda cojones que fuera más humana una estrella porno capaz de soportar estoicamente un bukkake que las sosipavas y gélidas after-chonis que empezaban a estudiar Ade o Económicas por lo privado. Las otras tenían problemas -exnovios cabrones, padres cabrones, profesores cabrones- pero no tenían ternura, y de haberla tenido, se la hubieran entregado a cualquier otro que les prometiera un pisito de ochenta metros cuadrados y dos hijos en las zonas del ensanche. Hice un cursillo acelerado de melancolía a partir de las tres de la mañana buscando una mujer que estuviera a tu altura -y no a la de tu escote, que entre tú y yo, siempre fue lo de menos-, la fe inquebrantable de saber que una mujer podía sonreír de aquella manera al despertar, cada mañana. Qué cabrón el que haya visto tus despertares, Gianna, y qué bonito hubiera sido rodarte en un plano fijo, a lo Sleep de Warhol, seis u ocho horas, sólo para tener esos segundos en los que abrías los ojos y comprobabas que, pese a todo, la vida seguía anclada a tu alrededor. Hasta los circuitos de la cámara hubieran podido estremecerse.
Ya sé que últimamente ando a otros menesteres, Gianna, no tienes por qué reñirme. Reconozco que Skin Diamond no me dice gran cosa, que Stoya tiene bastante gracia, que Maria Ozawa sigue manteniendo una belleza inenarrable -también a ellas les debo otras cartas, que quizá escriba otros domingos por la tarde-, pero como en tantas otras cosas, en esto del porno también adolezco de una cierta esclerosis emocional. Sin embargo, cuando te he reencontrado esta mañana en la página de Brazzers he notado como me caía una losa encima. No tanto por la fotografía -la edad te respeta, y puede que con los años te ganes ese gesto adusto y elegante que corona a las buenas mujeres-, sino por las cuatro letras que te habían endosado como categoría: MILF. ¿Cómo que MILF? ¿En qué momento, Gianna, envejecimos y nos convertimos en amantes grisáceos, machacados, carne de escombrera, estatuas de polvo en un rincón de Marienbad? ¿Acaso no nacimos el mismo año, no parecía ayer cuando estábamos escribiendo con todo el riesgo y el filo de la posibilidad, cuando no existían los domingos por la tarde? ¿Podremos sobrevivir al temporal y encontrar la sabiduría, la calma y la templanza que no encontramos en las dos últimas décadas? ¿O perderemos la partida, tú en producciones de Serie B rodadas en la cara mala de Los Ángeles, yo en clases deshabitadas ante alumnos indiferentes? Ambos vivimos de la mostración y de la sabiduría, Gianna, y ya sólo por eso tenemos una ración extra de mierda esperándonos a la vuelta de la esquina. Que Dios nos perdone, Gianna. Quizá Él pueda dilucidar quién de los dos es más sincero y quién tiene una máscara más dolorosa.
Por lo demás, querida amiga, te deseo la paz que nos regalaste, la esperanza que imprimiste en tus fotogramas, la felicidad que garantizaba tu sonrisa. Has sido la más honesta de todas las niñas que pasaron por mi vida jurando que iban a comerse el mundo. Al menos tu asumiste el proyecto con ternura, y no con egoísmo.
Te quiere.
Aa. R.
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