29.4.13

Be my baby

Ronnie Spector

   ...y en lo que me termino el cigarro y me guardo las últimas cartas en la manga y luego me marcho sin hacer ruido -ya sabes, siempre lloro en el último plano de Centauros del desierto-, cuando ya te has aprendido la lección del héroe tras la puerta y ya sabes lo que hay, cuando los chicos cierran las maletas y se dan el piro hacia sus territorios, como aquella vez hace ya muchos años que al acabar una obra de teatro me encerré en el camerino y me quedé allí, respirando con dificultad, comprendiendo que todo había terminado -en aquel momento pensé que para siempre, pero para siempre es un abismo que está más allá del lenguaje y, en definitiva, ya nos hemos jurado muchas veces que no íbamos a salir vivos de este mundo.

    ...pero qué ocurre cuando la piel no es capaz de resistir los tatuajes -me preguntaste, yo creo que andabas de bajada de algo, bajada de tí misma-, y luego volví a recordar las fotos que me había mandado L.S. y luego subí la cuesta aferrado a la muleta, era de noche y hacía demasiado frío, aquella vez me habían dañado de veras y en aquel pueblo no había ningún garito abierto, y qué ocurre, en serio, Aarón, qué ocurrirá cuando cerremos todo el chiringuito y nos peguemos el piro y tengamos que hacer frente a todo lo vivido -me preguntaste-, y qué ocurrirá. Yo sé que siempre veías mis trucos de magia a la legua pero conseguías fingir sorpresa. Sin embargo, la noche en la que subí la cuesta aferrado a la muleta, tiritando, y me miraste con ojos de gps averiado, ojos sin cobertura y...

    ...mientras conduzco a 160 kilómetros por hora escapando a toda ostia de mi propio fantasma, y me gustaría decirte escucha cómo suena el minuto 1:17 de To know him is to love him -en la versión de los Teddy Bears, la de la Winehouse es una mierda, y además demuestra que la buena de Amy no entendió nada en absoluto del dispositivo de la canción, con esos arpegios que dan como risa-, y parece que ha vuelto el invierno en pleno abril, es como de coña, es como una sinfonía de arañas de hielo que andan corriéndose una fiesta por los aleros del alma, en plan yo hace tres semanas -esto no se confiesa, un caballero nunca lo confiesa- tenía que escribir un puto texto lleno de dolor y me repasé dos veces tu colección de fotografías en facebook hasta que noté que lo había recuperado, ya sabes, y después me enchufé un Marlboro Gold -siempre fumo cigarros de rubia pija, psicoanálisis acelerado con cuchillas de afeitar oxidadas-, y volví a escuchar Be my baby, que es casi la canción más triste de la Historia.

(Be my baby fue la canción que Phil Spector le regaló a Ronnie, que todavía no era su mujer, y casi puedo imaginar lo que tuvo que sentir el muy cabrón cuando escuchó aquel torrente, aquella locura, aquel delirio, y pensó: yo he conseguido prender fuego a todo esto. Lo cierto es que Ronnie acabó completamente destrozada por el alcohol, encerrada en una mansión casi abandonada, mientras su marido se lo pasaba en grande jodiéndole a Paul McCartney su The long and winding road, y la conclusión es siempre la misma: siempre que escuchas esos cuatro golpes de percusión que abren la canción en tu cabeza estás jodido y punto. Volverse loco es escuchar los cuatro golpes de percusión que abren esa maldita canción, y Brian Wilson lo sabía, y Martin Scorsese lo sabía, y Ian Curtis lo sabía y Phil Spector lo sabía y yo también lo sé)

(Y quería decirte, la mirada de Phil Spector a través del cristal lleno de humo y grasa de los estudios Gold Star, cuatro, cinco de la mañana, y Ronnie pronunciando palabra por palabra You know I will adore you 'til eternity, si se te ocurre un verso mejor para ceñir la catástrofe quemo las fotos que me envió L.S., la mirada de Phil Spector a través de sus gafas negras, que es la mirada con la que Ingmar Bergman ciñó a Harriet Andersson en Un verano con Mónica, y ahí está el cortocircuito -hoy me preguntaba Alberto Morais, el director de cine, cómo era de eso de que yo me declarara abiertamente creyente, y mi respuesta, siempre incompleta, es que necesito algo que sostenga la lógica de mi mirada, la lógica de la mirada, y que la mirada sólo tiene sentido cuando es hacia la Mujer y cuando implica la creación, una creación total a medio camino entre la psicofonía (The night we met I knew I needed you so) y el concepto lacaniano del goce (For every kiss you give me, I'll give you three)- y ahí está Be my Baby y el muro de sonido, que es el goce mismo. En todos los sentidos)

El goce es, propiamente dicho, lo que está más allá del principio de placer. Yo subía la cuesta, aferrado a mi muleta, los termómetros marcaban tres grados bajo cero y entonces asumí que había dejado de creer en Lacan para creer en Phil Spector. No puedo decir si me sentí triste. Me hubiera gustado compartirlo con alguien. Supongo que, simplemente por eso, lo dejo escrito al final de este párrafo. Un coro de calaveras desafinadas se descojonan y repiten en bucle: Be my, be my baby.

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