12.3.12

Polaroids que arden después de la batalla



   ...con lo que no te había contado aquel tiempo encerrado en casa, lo que pude llorar viendo La mamá y la puta de una sentada, sin entender muy bien por qué Eustache se mató -debe decirse así de claro, con toda la furia, Eustache se mató y mató una parte de nosotros-, sobre todo en el monólogo de Jean-Pierre Leaud en la cafetería, me acordé automáticamente de Jonás Trueba y después de aquella canción de Nacho Vegas -La gran broma final-, y se me ocurrió el título de la novela, el título triste y definitivo, la cita inicial, y entonces comprendí que volvería a fumar muy pronto...

   ...comenzamos el seminario sobre Melancolía, allí sentado en aquella mesa me sentí realmente bien, me gustó escuchar a los cómplices, escucharles de verdad y sentirles cerca, escuchar su voz brillante hilando ideas y pensé, qué coño, el futuro es de estos chicos, ya sabes que de un tiempo a esta parte recupero briznas de la revolución, y en realidad -ahora lo entiendo- es la certeza única de que no puede ser posible que se construya nada hermoso en este mundo sin algo de ayuda...

    ...luego llegas a la pared del callejón sin salida que tú mismo has construído y, sin embargo, si eres capaz de escuchar con atención lo que ocurre al otro lado percibes el paso de los futuros soldados marchando, el olor a la carne quemada, todo el dolor, toda la primavera, los brotes de angustia y las recetas de los psicofármacos a toda ostia, y lo único que te queda es la palabra, legiones de niños crueles que enarbolarán el rostro de Leaud como única bandera y dispararán a matar desde sus blogs, siempre he respetado a las buenas francotiradoras que me arrancaron limpiamente el futuro y la tapa de los sesos, un rostro, dos rostros, estos dos rostros:



    ...este viernes pillaremos el coche para ir a Extremadura a presentar el libro nuevo, focos y aplausos, profetas del Apocalipsis, a ver si me puedo hinchar a cubatas con algunos cómplices -el filósofo Marco Antonio Núñez andará por ahí, si hay suerte-, me llama el editor y sólo puedo susurrar: Han sido unas semanas difíciles, cosas que tenemos las tarántulas, cosas que tienen que ver con el miedo y con los planetas melancólicos, cosas que comienzan escribiendo línea tras línea con furia. Hay gente que escribe libros para volverse famosa, ponerse hasta el culo de coca y del Cardhu bebido desde el escote lúbrico y feliz de lolitas siliconadas de lujo. Otros -y esa es, en fin, la hipótesis final de mi trabajo- lo hacemos para no volvernos locos, porque tenemos únicamente dos opciones: el valium o las oraciones subordinadas.

    No es un tópico. La gente que tiene una existencia habitable no puede escribir bien. No tienen nada que decir.

    Murió Erland Josephson. ¿Cómo podía seguir funcionando el universo después de eso? ¿De dónde quiéren que saque ahora la fuerza suficiente si no es de estos párrafos? De ahí la novela, la urgencia de la novela, la urgencia de La mamá y la puta, la urgencia de las horas muertas descojonándose en los aleros de las catedrales y las fábricas, la urgencia de la castidad y la autodestrucción, la urgencia de los ángeles que se acuchillan una y otra vez en las cafeterías del centro de las ciudades, la urgencia de Madame de Tourvel descuartizada mientras en el espejo, alguien pregunta: "¿Y usted, Valmont, ha comprendido ya que felicidad y vanidad son incompatibles?".

    Repito, no es un tópico. La gente que no tiene nada que ocultar y que nunca ha cometido errores intolerables, la gente limpia que se limita a decorar las aceras ondeando banderas o arrodillándose, la gente que muere en paz con su conciencia jamás escribirá nada interesante. Venderán libros que otra gente similar se llevará a la playa o sacará de las bibliotecas públicas, libros llenos de personajes aburridos que casi cometen errores intolerables, libros llenos de palabras como "ósculo", "flamígero", "petunias", "azucenas", "esperanza", libros que huelen a polillas fascistas que se pudren en relojes de pared. Libros de mierda. Pero yo, quizá como vosotros, tengo las puntas de los dedos quemadas de sujetar estas polaroids que arden después de la batalla. Y, supongo que en un sentido melancólico y enfermizo, eso es más que suficiente para daros las gracias.

2 comentarios:

Lluís Bosch dijo...

Pues este blog ha sido el canal por el que me ha llegado la noticia. Erland ha muerto. Joder. Bueno, de eso iba la vida ¿no? Enfin, aquí en casa tengo sólo dos DVD en donde aparece: Nostalgia y La mirada de Ulisses. Uno de los dos voy a tener que meterlo en el aparato.

Marco Antonio dijo...

Sí Aaron, por aquí estaremos. Y no, no soy filósofo (suena hasta mal)
Es curioso, llevo tratando de escribir algo digno en memoria de Jopheson, desde hace semanas, sin conseguirlo (algo que no me avergonzara leer en voz baja ante a su tumba, sobre la que espero, crezca un árbol)
Dejaremos que el silencio lo diga.
Un abrazo amigo.