19.3.12

Apuntes de cine en Cáceres (2012)


“La historia es una rueda, la inconstancia es su esencia, subámonos a sus radios y no nos quejemos cuando seamos lanzado de nuevo a las profundidades, porque los buenos tiempos pasan, pero también los malos. Esta mutabilidad es nuestra tragedia, pero también nuestra esperanza”.
(Boecio, citado por Winterbottom en 24 Hour Party People)

1.
    Presentar un libro es algo casi triste, algo así como marcharse de una fiesta al encontrarse a una exnovia entre la concurrencia sabiendo que acabará en la cama con cualquiera, algo así como perder la moleskine en la que uno apunta y esboza todo o casi todo, algo así como cerrar una etapa de tu vida. Apocalipsis pop! es -me he dado cuenta con la relectura-, un libro demasiado personal y dice demasiadas cosas que quizá sólo pueden entender los verdaderos amigos. No se trata únicamente de cine. Se trata de todo lo que rodea al cine, de todo lo que no es cine, y por eso mismo, es aburrido, doloroso, prescindible y un tanto incongruente. ¿Para qué sirven las cosas que no son cine?

2.
   Los medios de comunicacion son hilarantes. De toda mi intervención al recoger el Premio Versión Original la única frase que destacan es "Estos premios deberían ir para la gente que hace esas acciones buenas". Son hilarantes porque la intervención casi completa fue "Yo sólo soy un tipo que escribe sobre cine. Sin embargo, ahí fuera hay gente que está peleando, que está interviniendo, que está dejándose la piel. Estos premios deberían ir para la gente que hace esas acciones buenas... y verdaderas". El matiz es importante. Marco Antonio Núñez, que es un hombre sabio que fuma interminables mentolados de perfil nietzscheano -luego me dirá que no es filósofo, pero como todos los filósofos, miente- me dijo muy certeramente: "¡Qué arranque más pretencioso!". Los amigos son los que te increpan al calor de los premios, no los que te golpean la espalda. Por eso le respeto. Bueno, por eso y por sus textos.

3.
    Entre la gente que realiza acciones buenas y verdaderas está también Álex Angulo.
    Verán, esta subhistoria comienza muchos años antes, en los esquinazos sucios de Ciudad Lineal, adolescente enfurecido con acné y aparato llevando una camiseta de El día de la bestia, parcialmente borracho gritándole a las farolas sucias de los noventa que íbamos a escribir sobre cine, íbamos a escribir sobre cine y ni todas las decepciones sentimentales, los atracos a punta de navaja, las tentaciones apolilladas de las minisalas o las asignaturas para septiembre podían impedirlo. Íbamos a lograrlo porque se lo debíamos a Álex de la Iglesia y a su equipo, porque aquella película nos mantuvo despiertos e ilusionados, película generacional que nos confirmó por primera vez que había un cine (español) que sería nuestro. Que hablaría de nosotros. Borrachos de mirindas y de martini, borrachos de porno casposo y con el corazón despellejado.
    Álex Angulo me pide que le firme el libro y yo me quedo trabado, dejo escapar entre dientes un: "¿Y yo qué puedo dedicarte?". La deuda con el actor es intolerable. Su humanidad, su cercanía, la manera en la que ha construído sus papeles es intachable. A través de las decepciones, a través de la voluntad, a través de los guiones buenos y los menos buenos. Una parte de mi paisaje cinéfilo es Álex Angulo, y poder estrecharle la mano, darle las gracias, explicitar brevemente la deuda, me permitirá tener una micra de paz. No demasiada. Una breve chispa.

    Por lo demás, nos hemos reencontrado con viejos amigos, hemos regresado a hoteles antiquísimos notablemente -y decepcionadamente- sobrios, hemos añorado a ciertos cómplices insustituibles, hemos arreglado el mundo citando a los clásicos, hemos cenado en habitaciones a medio camino entre el Gatopardo y una nave espacial, hemos discutido sobre Melancolía hasta la náusea y hemos vuelto para contarlo. Qué quieren que les diga. Un tipo sabio al que no conocía, visiblemente perjudicado, me clavó sus ojos azules y turbados por el cannabis y con un gesto simiesco y apasionado, golpeó los manteles aullando: "¡Esto del cine es la ostia!".
    Que Dios le bendiga.

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