13.2.12

Coordenadas de la lucha

"Merteuil: El siglo está llegando a su fin, Valmont.
Valmont: ¿Recuerda usted con qué pasión estuvimos observando cómo madame de Tourvel se rompía y traicionaba todo lo que había cultivado en su vida? Traición es su palabra favorita.
Merteuil: No. Crueldad. Suena más noble"
(Heiner Müller/Tomaz Pandur, Barroco)


Coordenada #01:
La pregunta es ¿Desde dónde se lucha? Las respuestas podrían ser varias, pero al final sólo hay una: desde el deseo. ¿Qué falla en Occidente? Sin duda, que no hay deseo de lucha alguno. El deseo está en otra parte -en un producto electrónico, en un puesto de empleo, en una cuenta bancaria-, pero nunca en la lucha.
Lo que genera una interesante paradoja. La mediocracia del país afirma que la realidad es intolerable, pero a su vez, se resiste con todas sus fuerzas a realizar una única acción útil o definitiva que pueda cambiar las cosas.
Lista de posible acciones útiles: Creer en la revolución, arrojar una piedra, auto-señalarse en los santísimos derechos de la violencia o de la lujuria.
Lista de posibles acciones inútiles: Manifestarse, escribir poesía, ahorrar en los bancos, comprar una casa.

Coordenada #02:
La pregunta es: ¿Es posible escapar de la mirada pesimista? La respuesta es: No. Tampoco es necesario, probablemente. La mirada pesimista tiene una pátina de lucidez que conduce al cinismo, y el cinismo penetra en los huesos. Puede agotarlos y dejarlos estáticos, o por el contrario, puede llevarnos a romper a pedradas algo estancado.

Coordenada #03:
La pregunta es: ¿Es posible una revolución grupal? La respuesta es: No. La revolución sólo puede ser personal, humilde, y por eso mismo, violentísima. La revolución sólo tiene sentido si ya no se cree en las masas, si el supuesto camarada revolucionario tiene un Ipad. La revolución sólo tiene sentido más allá de la estética. Es por ello que el autor más revolucionario ahora mismo debe ser Kierkegaard, para guiarnos en nuestro salto de lo estético a lo ético. Eso por el momento. Del temor al temblor. La revolución sólo puede ser un acto de autoafirmación y de cultura, de cultura purísima y exigente.
La revolución, por supuesto, será frustrada. Pero al menos será nuestra.

Coordenada #04:
La pregunta es: ¿Es posible la revolución universitaria? La respuesta es: No. La revolución ya no puede ser ni teórica ni académica. La revolución tiene que poner nombres y apellidos. Las aulas no están preparadas para asumir el concepto de revolución, porque la cultura de la estulticia y de la autoafirmación empresarial ya ha calado desde hace, al menos, quince o veinte años entre los estudiantes. El mundo es una escisión entre lo que merezco y lo que finalmente tengo condenada a la catástrofe. La revolución, de hecho, sólo puede ocurrir más allá de la universidad, a pesar de la universidad, contra todos.

La revolución es un acto de soledad total. Por eso duele.

Coordenada #05:
La pregunta es: ¿Tiene la revolución alguna ideología? La respuesta es: No. La revolución que nos queda es nihilista, en un sentido purísimo y desesperado. Y destructiva. Y sin ningún tipo de creación aparente.

¿Por qué la hacemos entonces? Tengo varias hipótesis:
a. Porque necesitamos urgentemente una cita con la Historia. Nuestro tiempo no puede acceder a la memoria enarbolando como gran éxito la descarga masiva de contenidos pornográficos vía P2P. Queremos ser Historia. Lamentamblemente, la Historia siempre es barbarie.
b. Porque el colapso total del sistema excita un pelín nuestro goce. Un pelín, lo justo para desear que se acabe la mascarada y poder hacer algo -follar, fumar, matar, bailar- con la certeza de que es el cuerpo quien lo pide, y no el capital o la tradición.
c. Porque el reverso siniestro de la Ley ya se siente como intolerable. El fascismo, lamentablemente, es verdadero. Pregúntale a un cadáver. Está muerto de verdad. El estalinismo, lamentablemente, es verdadero. Pregúntale a un cadáver. Está muerto de verdad.
d. Porque en la teoría del simulacro total, sabemos que los cuerpos y su demanda son extremadamente peligrosos, esto es, extremadamente verdaderos. El mártir fundamentalista nos lo recuerda constantemente: nuestro cuerpo está lleno de fuerzas intolerables. Queremos ser mártires, pero no encontramos el app en el Iphone.
e. Por el otro. Porque ya está bien, cojones. Por el otro.

3 comentarios:

Lluís Bosch dijo...

Es cierto que el objeto del deseo se ha trasladado a las coordenadas del tener, incluyendo en él un puesto de trabajo. Sin embargo, parece ser que todo el mundo responde que "tener" no le hace más feliz. Sin embargo, nos levantamos cada mañana para ir a un trabajo que sólo nos da un dinerito a final de mes, dinerito que no nos procura felicidad.
Mientras esa paradoja no resulte insoportable, no hay lucha ni deseo de lucha.

Francisco dijo...

La revolución no surge desde las Universidades.
Creo que, en el fondo de cualquier universitario hay un "¡basta ya!" una exclamación contra todo, un grito contra los planes de estudio destinados a convertir las carreras en grandes formaciones profesionales, un alarido de inconformismo contra lo absurdo de los créditos y de las prácticas.
Pero luego, nos miramos. Y en el fondo, quien no quiere ser el tipo del Mercedes y la esposa modelo, como mínimo aspira a ser oficinista en algún lado. Y sabe que las algaradas de la revolución no trae eso, y le teme.
El estudiante universitario sabe que, con este sistema, haciendo algo medianamente bien, estará cómodo. Así que, mas que luchar por cambiar el sistema, lucha por conseguir un puesto en él. Le han prometido la posición con el título; solo ansía que sea verdad.

Camilo Barría R. dijo...

v. Tiqqun - Introducción a la Guerra Civil