14.9.11

La muerte del cine, la crisis, la distribución cinematográfica y otros demonios

 
En tiempos de crisis somos muy dados a entonar extraños y quejumbrosos réquiems melancólicos. La ciudad en la que ahora vivo, por ejemplo, perdió su última sala de distribución "independiente" hace ya cosa de un lustro. Desde que me mudé a una capital de provincias muy lejos de Madrid no he visto sino carteleras saturadas por taquillazos, salas en la periferia que programan dos y tres veces la misma cinta, extrañas colas llenas de un público unificado compuesto por adolescentes los sábados por la tarde, movida palomitera y teen con sus gafas 3D y sus bolsos de Tous.

    El réquiem. En Madrid, por ejemplo, el réquiem siempre se emite por las salas del centro, todos esos enormes edificios que ahora son colonizados por H&M, por Zara, por antros demoníacos donde música down-tempo acompaña los orgiásticos e incontrolables murmullos de las tarjetas de crédito, el susurro de los tickets, las niñas-mal de la periferia que sisan un top y unas bragas en el probador cinco. Antes, dicen todos, esos espacios sagrados eran templos del ocio urbanita madrileño.

    Pero yo ya no soy madrileño, ni crecí como la Tropa Garci viendo westerns en el Barrio Salamanca o en el Barrio Bilbao. Los cines de mi infancia también han cerrado. Y ahora llega el disparo a bocajarro: lo merecían.

    Nunca he sido amigo del proteccionismo barato de manual. El proteccionismo genera culturas anquilosadas, funcionarios aburridos y desastres económicos. El proteccionismo genera enchufismo, que-hay-de-lo-mío, pensamiento del tercer mundo y poltronas polvorientas ocupadas por sesudos expertos en nada cuya mayor ocupación es esperar el ingreso bancario. La distribución cinematográfica no es una excepción. Las salas cierran no por culpa de Internet, o de la tele por cable, o de los engendros internos de Megavideo. Las salas cierran porque no supieron pelear a su público, fidelizarlo, plantarse frente a las demandas de unas leyes de producción delirantes y arriesgar por producciones sólidas. Las salas cierran porque piensan que pueden competir en igualdad de condiciones con las cadenas Cinebox o Yelmo, así, programando cosas de Sandra Bullock.

    En un país sin cultura cinematográfica, lo normal es que los cines cobardes se arruinen y los dueños-de-toda-la-vida (señores mayores muy simpáticos que cuentan anécdotas sobre el estreno de Gilda) acaben, como otros cinco millones de ciudadanos, en la cola del paro. No buscaron soluciones: simplemente se gastaron un pastón en una copia bastarda de la tercera entrega de El señor de los anillos. La culpa, por supuesto, es del Emule y del nigeriano que vende dvds piratas debajo de mi casa. Luego llegan los Cines Verdi, se les ocurre programar El Padrino en pleno Julio y llenan varias semanas seguidas. Pero para eso hay que tener valor, inventiva, escuchar a los cinéfilos y estar atento. Lo mismo se puede decir de la política de precios. Cobrar de siete a once euros por sesión es algo que ya no puede caber en ninguna cabeza. El Círculo de Bellas Artes, que es una entidad privada y sólida, programa en su filmoteca por dos o tres euros ciclos de Sirk, Minelli o Angelopoulos y consigue un taquillaje más que aceptable. Pero el señor-de-toda-la-vida no estaba atento, pensó que los piratas le estaban quitando el sueldo, y a lo peor, se lo estaba quitando amargamente a sí mismo.

    Con lo que al final, la situación ha acabado por ser dramática pero muy clara. De un lado, tres monopolios palomiteros alimentan de Nachos con queso y Fanta naranja a sus adolescentes. De otro, tres outsiders resisten en Plaza de España con un éxito más que aceptable gracias al tirón de la versión original y del gafapastismo ilustrado. En el medio, una masa crítica de espectadores que no tienen suficiente pasta, o tiempo, o ganas, para ir al cine a ver películas malas. Les entiendo. No seré yo quien les acuse -como parece que a veces se sugiere- que ellos están matando el cine.

    Cada vez que alguien hable de la muerte del cine, vigila tu cartera o tu conciencia culpable. Eso no lo dijo Godard, pero quizá lo pensaba. Cada vez que se anuncia la muerte del cine es que alguien quiere zafarse de sus responsabilidades. Después de todo, en otros lugares de esta red que usted, amigo lector, amada lectriz, utiliza para leerme, se encuentran alojadas películas de Klotz, de Joon-Ho Bong, de Kluge, de Desplechin, de Assayas, de Kelly Reichardt, de Dumont, de Winding Refn. Así que no digáis que el cine ha muerto. Decid que un cine ha muerto.

3 comentarios:

Capitán Moroko dijo...

Completamente de acuerdo, más de una vez hemos hablado usted y yo de por qué -que diría Mourinho- no se toma más en cuenta la costumbre americana de las reposiciones de clásicos eternos, con un poco criterio, claro (acuérdese de que en la nombrada de los Verdi, sólo pusieron la 1 y la 2 de El Padrino).

P.S.: Mientras escribía estas líneas se ha manifestado Umbral justo al lado de mi CPU y me ha susurrado que él hubiera escrito "Cinebox, Yelmo, o así".

Unknown dijo...

Eso es lo que hace falta: criterio en la reposición. Leí que en Barcelona repusieron con un par las Historie(s) du Cinemà enteritas e hicieron caja. El tema es tener ojo y tener valor. Seguro que los Verdi hicieron más pasta con sendos Padrinos que otras minisalas reponiendo la enésima copia de "Zooloco".
El cabreo, por cierto, viene de que ayer acudí a los cines del barrio recién inaugurados y son un atraco a mano armada. Te contaré detalles en mi próxima escapada, pero es lo más decepcionante que me he encontrado en mucho tiempo. Se van a estampar... otra vez. Ni siquiera estaba mi taquillera cómplice... cabrones.
Y, por supuesto, Umbral lo hubiera dicho así, es decir, lo hubiera dicho mucho mejor :)

Francisco dijo...

Si te digo la verdad, hasta hace bien poco consideraba que un cine sólo era para estrenar. Es decir, llega la peli de turno, la estrenan y luego en DVD. En mi pequeña ciudad hay 3 multicines donde puede verse eternamente Harry Potter y la última adaptación de un best seller. Luego trato de alquilar "Reservoir Dogs" o "Godfellas" y no las tienen por "anticuadas" Y en Megavideo la calidad es pesima.
Luego veamos cine en la televisión. Taquillazos de segunda. Solo la Sexta 3 y las cadenas publicas (nacionales y autonómicas) se salvan. (Estas últimas entre españoladas ochenteras y españoladas actuales emiten cosas muy potables).