23.6.11
Carta de amor a Sasha Grey
Querida Sasha:
Desde que te fuiste, las cosas no han vuelto a ser lo mismo. Te escribo, sí, con la rabia del amante despechado que acaba de arrojar tus vestidos y tus vinilos por la ventana, ya sabes, como aquella rubia histérica que se encaraba con Tom Waits en Down by Law. Nos quisimos tanto, Sasha, nos amamos con tanta sinceridad y tanta fiereza, con tanta complicidad...
Desde que te fuiste, Sasha, he invitado a casa -a nuestra casa- a otras mujeres. A Stoya, por ejemplo, o a Riley Mason, o a la vieja y buena Jenna Haze, que sigue dejándose caer por aquí de vez en cuando. La Haze es siempre la mejor: me prepara café, me canta Moon River y me deja apoyar la cabeza contra su hombro. También hay una amateur emo que se pone a aporrear la puerta a altas horas de la madrugada, y luego me insulta y me grita que soy una farsa y que la he utilizado. Lleva razón, claro, pero eso ya debería saberlo.
Algunas tardes, cuando vuelvo del trabajo, me siento triste y vuelvo a ver The Girlfriend Experience, y te maldigo entre dientes por ser tan hermosa y tan inteligente, tan mal bicho, tan incompatible, tan exquisita, tan distante, tan gélida, tan apasionada, tan reservada y entregada al mismo tiempo. Si, Sasha, eres un mal bicho, y ya me lo dijo otra Jenna (Jameson, en este caso) hace ya casi diez años: "Aarón, nunca te enamores de un mujer que mire como el I put a spell on you de Nina Simone. Esas son las peores".
Pero claro, ya era tarde. Era tarde en todos los relojes del cielo.
Desde que te fuiste, Sasha, ando dando tumbos por los hospicios y las güísquerías preguntando si te han visto en algún lugar, si dejaste algún recado, llame al encargado y pregúntale otra vez, por favor, quizá no se acuerda de mi cara pero estuvimos aquí muchas muchas veces. Unos dicen que te piraste a meditar y a expurgar tus culpas masticando tallos ázimos cerca de Pokhara, avergonzada por nuestra vida de pecado y exceso. Otros dicen que has montado un grupo y vas haciendo bolos por bares y gasolineras de provincia. Los últimos, los que te conocieron en mi misma intimidad, guardan silencio y se piden otro trago.
Por lo demás, espero que la fortuna te sonría y que encuentres -sea lo que sea- lo que estés buscando. Nos has dado tanto a cambio de tan poco que sería egoísta negarte el placer de lo compartido. Hasta que nos veamos de nuevo, recibe un fuerte abrazo:
Aa. R.
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