"Short Cuts" y Earl
Short Cuts, 1993 - Robert Altman
´"No critiquéis a los borrachos.
Olvidáis que vosotros también tenéis defectos"
(Ommar Jayyan, s. XI)
Earl siempre estaba sentado en la misma barra, esa que puedes ver a la entrada en el local. Le ví mil noches apoyado contra el rojo terciopelo (quizá por la sangre, quizá por el bourbon), escribiendo en servilletas. Lo más hermoso que escuché salir de los labios de una mujer en su favor fue: "Cariño, tienes unas facciones tan atractivas como un accidente de carretera". El viejo Earl, que se parecía un poco a Tom Waits y que a veces le citaba cuando iba muy borracho y acababa cantando en el suelo del párking.
No era mala persona. Simplemente, había agotado sus posibilidades de fracasar y cada noche se hundía más y más en su propio pasado, como un náufrago que se agarrara al terciopelo rojo y a las últimas gotas del vaso antes de caer desplomado. A veces, sin ningún motivo, Earl se podía quedar días enteros sentado en la barra, demasiado ocupado en no perder el equilibrio y en seguir disfrutando de su soledad etílica, hablando entre susurros, no se sabe muy bien con quién, quizá con sus propios fantasmas, quizá con el trasero de la camarera, quizá consigo mismo.
De vez en cuando, una vez cada seis meses, se levantaba histérico gritando: "Mañana mismo saldré de esta pocilga. Cogeré el coche, montaré a mi nena y nos iremos más allá de las colinas de Los Ángeles, ya lo veréis. Cuando escuchéis un rugido torciendo a la izquierda en Mulholland Drive, entonces sabréis que el viejo Earl ha dejado la ciudad y se ha ido..." Y entonces guardaba silencio. ¿A dónde iba a ir Earl? ¿Qué había más allá de la curva de Mulholland Drive?
Cuando Earl entró por última vez en el club de jazz, la vieja cantante destrozaba una versión de "Ol´55" que hubiera puesto los pelos de punta a cualquiera. Se sentó en el viejo taburete oxidado y susurró a la camarera "Carol, ponme un expresso sin leche". Huelga decir que la camarera casi se muere del susto en ese mismo instante. Hubiera sido como encontrar a Raymond Chandler escribiendo la lista de la compra. "¿Qué ocurre, Earl?". Mi viejo amigo sonrío y se limitó a contestar "Esta noche estoy de servicio, cariño". Silencio. "¿De servicio? No recuerdo haberte visto trabajar en serio desde el 85, muchacho".
Earl se encogió de hombro y murmuró, simplemente, "Hoy he venido a escuchar la música. En quince años no me había parado a pensar en lo terriblemente repugnante que es la voz de esa mujer".
A la media hora se marchó y no volvió nunca.
Alguna noche, todavía, cuando las bebidas están alcanzando las pupilas de Dios, alguien comenta que escuchó sus carcajadas cerca de la tercera curva a la izquierda de Mulholland Drive.
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