20.8.04

La playa (The beach, 2000)


La playa

La playa, 2000- Danny Boyle

"Luciérnagas indecentes inundan la playa"
(Carlos Chaouen; "Seré")
Sobre las últimas olas de un anochecer de Julio, ella se recostó en el dulce lecho de la luna. Apenas si me tomé tiempo para pensar en los faros ajenos, en los fantasmas de los amores perdidos o en el cegador brillo de las libélulas encendidas. Hace mil años que no regreso a aquella playa. Los días en los que llueve sobre la capital (ya ocurrió hace poco) sigo mirando por encima del hombro de la ciudad en busca de unos días que no van a volver.
Sigo sentado en las esquinas del presente, supongo que porque, como decía Luis Cernuda, sería mucho más cansado estar muerto. Que inútil insistencia la de vivir cuando los mejores segundos ya se perdieron entre las curvas de una nínfa nocturna, de salitre. Ella me regaló una canción que empezaba diciendo "Cuando mi barco navega por la llanura del mar". Y punto. Nada que comentar, si exceptuamos que tras esa noche hubo un mañana, y otro corazón (Hay quien afirma que el corazón se recicla en cada despertar. No puedo creerle).
Porque la playa me robó la vida por el camino más corto, el del sexo, o quizá porque en la playa espera, todavía, el cadáver del niño que fui hace demasiados años, dormido en el seno de las rocas, de los caminos, entre el rumor de la brisa y el dulce crecer de las hierbas silvestres.
Volver, es decir, retornar a ese segundo en el que apenas tuvimos que secárnos las lágrimas (a costa de secárnos el sudor), quizá porque reposamos la cabeza entre los pliegues de la noche, quizá porque en una estrella se reflejo nuestro rostro y nos deslizamos, más allá de Dios, en el sendero de las partidas perdidas.
Volver, como un dolor, es retornar a las mismas esquinas de la capital, en esta ciudad estúpida que no respeta ni a los corazones ni a los hombres y en el que apenas vislumbramos nuestro futuro en el opaco cristal de los escaparates y los tubos de escape. Retornar una vez más a esta eternidad (y un dia) de cines abiertos y puertas (¿piernas?) cerradas.
La playa fue ese lugar extraño donde el obturador de la razón se quedó abierto.

No hay comentarios: