19.8.14

Los libros sobre cine (III): Las historias vivas

#08 - Libros de Historia para niños que no creen en la Historia

Bergman reading

    Parto de la base de que prácticamente todos vosotros, queridos lectores y amadas lectrices, tenéis bien aprendido el paradigma postmoderno y hace mucho que comprendisteis que aquello que nos vendían como Historia era una narración europeizada, falocrática, heteronormativa, sospechosa, manipulada y muchos otros argumentos que esgrime el Coco de los Estudios Culturales.

    A mí me interesa el concepto de Historia como espejo roto, esto es, Historia quebrada cuyos fragmentos permiten siempre realizar una lectura subjetiva del Yo lejos de tics escolásticos, de escuelitas y de listas de autores imprescindibles. En una Historia del Cine con mayúscula probablemente nunca se hablará de un puñado de películas que yo sitúo en el centro de mi experiencia fílmica como El tiempo de los gitanos, El chico de oro o incluso The Ghost in the Shell. De ahí que -ustedes ya lo saben- la mejor Historia del Cine escrita hasta el momento sean las Historie(s) du Cinèma de Godard, a la espera de que la edición de vídeo se democratice lo suficiente como para hacer una Historia/Biblioteca de Babel on-line tan mastodóntica que lo arrase todo (¿el famoso mapa de Borges rediseñado por la gente de Visual404 o de Cineuá, por ejemplo?).

     En España, la Historia Normativa la escribió Román Gubern, y por eso la hemos estudiado con gran reverencia, por mucho que nuestros profesores más críticos nos dijeran que estaba desfasada. A Gubern yo le tengo mucho cariño y mucho respeto porque en los congresos me escucha sin quedarse dormido y por el estoicismo con el que aguanta las geniales acometidas de Pérez Perucha -que es, con diferencia, el hombre que más sabe sobre Cine Español y uno de los teóricos más buenos, sabios, canallas y brillantes al que este puto país de mierda no le agradecerá nunca nada. En una cena de pizza, tarta y muchos copazos, Perucha me descubrió la Historia (sin paliativos y total) del Cine Español colapsada en un único título: la Antología Crítica del Cine Español que editó Cátedra.

Cátedra

     Ahora bien, el problema es que tanto la obra principal de Gubern -según me dice Laura M Solano- como la obra principal coordinada por Perucha están absolutamente descatalogadas. Luego -hete aquí la estúpida paradoja- los mejores libros de nuestra Historia están siendo borrados de la Historia misma de los lectores que llegan.

#09 - En lugar de los libros de Historia, los libros de nuestra Historia

09a. Desenterrar sombras
    Luego, si no hay un saber totalizante histórico que nos permita comprender algo del mundo fílmico que nos precede (y si, para colmo, lo poco que hay resulta virtualmente invisible), tendremos que reescribir nuestra experiencia desde el fragmento. Recomendemos, en el alba, un único libro para entender, por ejemplo, la tensión que se establece entre el Modo de Representación Primitivo y el Modo de Representación Institucional. Un libro titulado El tragaluz del infinito, de Noel Burch.

Robertson

    Con Burch me pasó como con Mitry: su lectura sirvió para clarificar, dar cuerpo y conjurar la manera desde la que podía mirar el comienzo del cine. Una mirada que se proyecta no desde lo temático, sino desde la puesta en forma fílmica, sin listas interminables. Tiempos de surgimiento de lo visual que también están trazados desde el temblor vía En los orígenes del cine de Luis Martin Arias -libro que me acompañó durante mis meses de obsesión con las fantasmagorías de Robertson. En el otro lado del espectro, creo que nadie escribe en nuestro país sobre precine como Luis Alonso García (tienen muchos de sus trabajos en academia.edu , gratuitamente), que además es la única persona que conozco capaz de escribir sobre los orígenes del cine con sentido del humor y una fuerza estética intachable.

09b. Las mejores historias están equivocadas
    Sugiero otro libro sobre obsesiones mudas del que ya he hablado algo por aquí: De Caligari a Hitler de Kracauer. Un libro odiado por los historiadores oficiales, que ya han demostrado por activa y por pasiva que sus tesis principales son simplemente erróneas. Y sin embargo... ¡Cómo escribía Kracauer! ¡Qué fuerza arrastrando al espectador a sus películas, diseñando estrategias visuales para embaucarnos en su delirio expresionista! ¡Qué manera de seguir siendo portentoso ahí donde ya no queda ni un ápice de verdad! Algún día tendremos que escribir la historia de Kracauer desde una perspectiva psicoanalítica de delirio: su propio delirio, construido con la forma nada sospechosa de la Historia del Cine - todo el mundo recomienda, en su lugar, La pantalla demoníaca de Lotte H. Eisner, pero yo a veces prefiero que me mientan. Y si, seguiré defendiendo el delirio de Kracauer en cada una de mis clases -advirtiendo, por supuesto, de que no es sino una maravillosa mentira.

Kracauer


(Al que no trago es al Bordwell de El cine clásico de Hollywood, que sería el que un tipo más serio que yo les recomendaría para entender esa cosa inclasificable que nos hemos empeñado en llamar "cine clásico". Pero como ustedes saben, a mí las propuestas me interesan precisamente en tanto se alejan del modelo normativo, esto es, en tanto están lejos de la pantomima palomitera bordwelliana)

09c. Modernidad y Postmodernidad
    Una apuesta. Poca gente ha explicado la modernidad y la postmodernidad como Domènec Font. De hecho, su último libro (Cuerpo a cuerpo, del cual ya escribí largo y tendido por aquí) es una de las propuestas más portentosas y desesperadas que ha planteado la NoHistoria del cine que yo les propongo. Font era un genio y su escritura estaba atravesada por tensiones, síntomas, fantasmas, que a su vez se derramaban hacia el diálogo con las cintas y su geolocalización histórica. Cuerpo a cuerpo es una Historia del último cine que, en realidad, funciona como un libro/radiografía de su muerte misma, de su cáncer mismo. Van a encontrar pocas experiencias impresas -cerca o lejos del cinematógrafo- tan potentes como esas páginas de Font.

Font

    De momento, cierro aquí la entrada a la espera de poder entrar en categorías más extremas del ensayo en próximas entregas. Les recuerdo que pueden utilizar los comentarios del blog (o el twitter, o lo que ustedes quieran) para ayudarme a ampliar la lista de libros, sugerir monográficos que puedan caber en estos huecos y registrar ausencias que consideren notables.

     En nada, más libros.
 

4 comentarios:

Francisco López Martín dijo...

No he leído "Cuerpo a cuerpo", de Font, pero uno de los libros sobre cine que más me han influido fue otro de Font, "La última mirada. Testamentos fílmicos". En cuanto a "La mirada cercana", de Zunzunegui, examinado en una entrada anterior, coincido: me parece imprescindible. En cuanto a Deleuze, mencionado en la primera entrada de la serie, tengo curiosidad por ver cómo desarrolla/s -el comentarista duda a la hora de elegir el criterio por el que optar por uno de los dos tratamientos: se encuentra más cómodo con el tú cuando el interlocutor se encuentra en una franja de edad similar a la suya, como en este caso, pero entiende el encanto que puede tener el usted en un mundo donde la grosería del tuteo indiscriminado ha alcanzado límites insoportables- el análisis de lo que siempre me ha parecido una variante de filosofía-ficción. Saludos cordiales.

Unknown dijo...

Francisco, con tu permiso opto por el tuteo -que creo que otorga una cercanía muy pertinente para hablar con cercanía de estos temas-, y te agradezco el comentario.
Estoy absolutamente de acuerdo con tu mención de "La última mirada", que es un libro precioso en las dos ediciones que yo conocí -la de Ediciones de la Mirada y la del IVAC de unos años después.
Adelanto algunas ideas sobre Deleuze y una serie de libros paralelos que me gustaría esbozar en otros posts -y así, todo sea dicho, pongo la tirita antes de la herida.
Los ensayos de cine de Deleuze siempre me han traído alegres broncas con los compañeros de oficio por varios motivos: o bien porque se les acusa de ser excesivamente crípticos, o bien porque se considera una intrusión innecesaria y desmedida de la filosofía en los terrenos del análisis fílmico, o bien -y esta para mí es la clave-, porque las conclusiones del ensayo en la división imagen tiempo/movimiento son indefendibles desde la historiografía. Esto último me parece innegable, pero creo que no invalida el valor del sistema teórico, de la exploración, o en el límite, del placer que nos puede proporcionar la lectura en sí del ensayo.
Dicho con otras palabras: si bien Deleuze no es la panacea fílmica, invalidar la manera en la que escribió y pensó el cine sería como negarle la mayor a Kracauer o a Bazin por intentar realizar "teorías del cine totales". Le tengo mucho cariño a esos tipos que intentaron levantar aparatajes completos de análisis textual antes de la explosión de los estudios culturales, pero quizá no es más que una filia subjetiva. Luego retomando tu idea: Filosofía-Ficción, por supuesto. ¿Pero no merece la pena ver qué tiene la Filosofía-Ficción que aportar al mundillo del análisis fílmico?
(Un añadido así, a vuelapluma: el sistema de análisis deleuziano no es tan inútil ni está tan carcomido para hablar de textos contemporáneos como parece a primera vista. Aunque suene raro, una de las mejores aplicaciones que he leído sobre sus herramientas es sobre el cine... ¡de Dario Argento! - un textito de Ana Powell titulado "Dario Argento and Deleuze´s cinematic sensorium", esta por aquí: http://www.amazon.co.uk/European-Nightmares-Horror-Cinema-Europe/dp/023116209X)
No sé qué tal te suena este aperitivo que te propongo ni si me he ganado el derecho al tuteo o no :D
¡Un abrazo fuerte!

Francisco López Martín dijo...

Me parece una defensa inteligente de Deleuze, el Dario Argento de los setenta me gusta mucho y me alegro de que hayas optado por el tuteo. Seguimos en contacto. Abrazos.

José Antonio Palao Errando dijo...

Os habéis ganado el derecho al tuteo ambos, os lo digo yo. Si no os conocíais, algo no acababa de funcionar en la mecánica del universo. Encantado de vuestro encuentro. Puede emanar muchísima luz de él.