22.2.14

La revolución EXPEDIT (o por qué todo lo sólido se desvanece en el aire)

IKEA

Something strange is happening (Kanye West; Blood on the tracks)/ El disco gramofónico, el pensamiento musical, la notación musical, las ondas sonoras, están todos, unos respecto de otros, en aquella interna relación figurativa que se mantiene entre el lenguaje y el mundo (Ludwig Wittgenstein; Punto del Tractatus 4.014)

1.
    A las 20:01 del sábado la niña quinqui del extrarradio anda probándose tangas de diseño para combatir con sus propias armas/almas al detector de mentiras de la bajona del espíd que le esperará, puntualmente, a las cuatro de la mañana en el párking de la Radi. Ahora damos un salto hacia el futuro y esa misma niña quinqui se ha convertido en una señorona de las del moño italiano en la peluquería de al lado del súper y tiene tres hijos: uno es reponedor en el Media Markt, el otro empezó un módulo de higiene dental pero anda mercadeando por la zona vip del polígono donde señoritos bien de AUDI gama baja le pillan unos gramos, y la pequeña curra de presentadora en uno de los paneles de la suerte de una tele local de madrugada. 

2.
    Lo más interesante que ha pasado esta semana en mi pequeño universo ha sido la decisión de IKEA de retirar las estanterías Expedit. En general, yo no puedo ir a IKEA, me pongo extremadamente nervioso y después estoy triste todo el día. ¿Habéis visto los candiles esos que venden en IKEA y que todo el mundo tiene en su casa, rojos o grises, o el sujetapapeles con una estrella azul de plástico, o -muy especialmente- la almohada con forma de corazón? Son objetos gélidos. Me entristecen. Una vez probé a abrazar un corazón del IKEA y me sentí como si estuviera abrazando a un anciano en fase terminal, como si me estuviera abrazando a mí mismo, desdentado y con alzheimer, cagándome encima, en fase terminal.

    A lo que iba: el final de la saga Expedit.

    Las Expedit eran el mueble oficial de los coleccionistas de vinilos. Nuestro reducto. Una huella de identidad. Ahí no cabían bien los cedés, ni las plantas de plástico, ni las peceras, ni las fotos de las comuniones. Tenían el espacio perfecto para clasificar, seleccionar, desplazar y colocar los plásticos en sus fundas. Eran hermosas, nichos sólidos de madera barata, nichos de música muerta para cuerpos muertos que coleccionan compulsivamente los rastros sonoros de una época perdida. 

    Lo que nos pudimos descojonar con aquella escena tan divertida de El club de la lucha en la que el protagonista se pregunta: ¿Qué clase de mueble de IKEA me define como persona? Pues bien, yo tengo mi respuesta: la estantería Expedit.

    Ahora que la estantería Expedit no existe, yo no existo tampoco.

3.

    Comienza la revolución. 20.000 vinileros con sede en Alemania se montan un grupo de Facebook exigiendo a Ikea que no nos toque los huevos y nos restituya la personalidad perdida. Después de todo, nos utilizó como gancho comercial en el viral de youtube en el que le solucionaban la vida a uno de nosotros (Ikea Presents: Harry Love´s Records. Make room for your life!). 


    Pero Ikea no responde y en su lugar, responde ofreciéndonos un nuevo producto. Una nueva estantería. Ya no seremos Expedit. Seremos Kallax. Un experto de Gizmodo publica un post que roza la esquizofrenia explicando que todo se trata de una maniobra de la compañía sueca para contribuir al medio ambiente reduciendo el tamaño de los listones. Pero mi personalidad, que era una personalidad Expedit, era contaminante e hijadeputa, una personalidad que contempla más belleza en el pasaje apocalíptico de la M30 on fire -lo sublime kantiano- que en todas esas tribus amenazadas del Amazonas. Si esas tribus escucharan el The bravest man of the universe en vinilo, querrían una Expedit, querrían un listón grueso para proteger la portada sacrosanta del, pongamos por caso, último plástico del Kronos Quartet con Bryce Dessner

    IKEA y sus buenas intenciones -¿se imaginan que gran poema hubiera escrito Allen Ginsberg en una de esas cafeterías de IKEA en las que no te dejan sentarte y tienes que consumir un perrito de carne dudosa de un euro de pie, o un refresco de cereza con sabor a catástrofe-en-Thailandia-plástico-y-látex? IKEA y los curritos de la inmobiliaria en paro que van los lunes a pasear con la parienta embarazada y a comprar almohadas con forma de corazón.

    IKEA, Molloch.

4.
    Perderemos la revolución Expedit, como lo hemos perdido todo. 

    Ni siquiera conservaremos la estantería que nos define como persona. Estoy deseando leer la columna que escriba Kiko Amat al respecto.

5.
    A las 20:22 del sábado la niña quinqui del extrarradio está escuchando un temazo de Fondo Flamenco mientras se fuma un aliñado sobre light con los pies del otro lado de la ventana. Hace años que no espera nada de la vida salvo el próximo capítulo de Hermano mayor y hacerse un tatu to guapo en cuanto sus viejos estén mirando para otro lado -para la muerte, probablemente. Creo que hay una poesía dulcísima en su ademán autodestructivo, su ser luciérnaga de neón y su no entender cómo el coche tuneado de su destino va a toda ostia en dirección a un muro de cemento interminable con forma de corazón de IKEA. 

    Me pregunto qué clase de mueble define su deseo, y luego pienso que quizá es mejor dejarla en paz, a la espera de que se agrieten sus labios, se cieguen sus ojos, se pudra en el nicho del pequeño pueblo y sea, como yo, como nosotros, definitivamente olvidada. 

Corazón

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