22.7.12

Homeland (II): El goce y el cuerpo


    Homeland parte de un descubrimiento y de una dialéctica. El descubrimiento es el cuerpo -animalizado, lacerado- del Sargento Brody. La dialéctica se establece entre éste cuerpo -el cuerpo de la duda, pero también el cuerpo de la Historia- frente al cuerpo enfermo y atravesado por el desgarro de Carrie. Ambos cuerpos, a su vez, son cuerpos que pertenecen al poder: al Ejército y a la CIA. Uno de los primeros aciertos de la serie es partir de la distancia total, mediada por lo virtual -las cámaras, los monitores- para generar el primer punto de giro realmente notable cuando ambos cuerpos dejan de ser imaginarios para convertirse en reales por el conector definitivo: el sexo. Ambos parten de una situación sexual distópica, basada en el Goce-Uno: Brody utiliza literalmente el cuerpo de su mujer para masturbarse, Carrie se genera falsas identidades haciéndose pasar por una mujer casada. El matrimonio es incompatible con el Goce, básicamente porque la red simbólica que lo mantiene está completamente erosionada.

    De hecho, el carácter perverso de la serie estalla al proponer que el encuentro que casi podríamos calificar de "cotidiano" -la "relación sexual" que podría existir, al nodecir de Lacan- tiene lugar más allá de los límites del poder y de la familia: Brody y Carrie se encuentran más allá de todo límite normativo/controlador y, lógicamente, hacen el amor. Homeland retoma la máxima atribuída a Freud "uno ama lo que no desea, y viceversa", con una claridad pasmosa: no cabe la menor duda de que Brody aprende a amar a su familia capítulo tras capítulo. Mientras se prepara para esa inmolación frustrada final, hace lo imposible y se encomienda a todos los Grandes Otros posibles -el islámico, el cristiano- en nombre de su familia. Y sin embargo, el deseo parece estar en otra parte.

    La serie evita cualquier problema psicoanalítico denominando el cuadro clínico de Carrie como "bipolar". El estallido de su brote, en esos impagables momentos finales del capítulo 11, así como ciertos detalles, nos hace mirar en otras direcciones. De hecho, los parecidos físicos y conductuales con la Justine de Melancolía nos hacen sospechar de que la verdad está situada en otra parte. Carrie está presa de un profundo "síndrome de Casandra" que en ciertos momentos apunta incluso a la psicósis: sabe de la amenaza y de la verdad, y sin embargo, no puede comunicarlo. La conexión entre Melancolía y Homeland está ceñida por una sucinta afirmación: La mujer enferma lo sabe. ¿El qué? Sabe de la destrucción, o si se prefiere, sabe del goce. Se trata de una brutal inversión en la lógica paranoide de la CIA: el enemigo, efectivamente, está ahí. Y sin embargo, Carrie necesita al enemigo no sólo porque se ha enamorado de él, sino porque en él descansa la garantía de su estabilidad mental.

    La protagonista -y en esto está hermanada con las antiguas histéricas-, se destroza muy precisamente porque no encuentra un gesto del amor de Brody -esto es, del Padre. Cuando el Sargento la entrega a sus superiores, dispara automáticamente su brote. Papá no me quiere, papá me ha traicionado. La mujer realiza en su deseo una fórmula peligrosísima: Yo sé que Brody no es mi padre, no puede serlo [porque es terrorista/porque no me ama, aunque quizá me desea], y sin embargo..." Semejante fórmula sólo puede desembocar, va de suyo, en la locura.



    La posición masculina es todavía más compleja. ¿Qué significa Carrie en el univero simbólico de Brody? Si somos capaces de evitar la tendenciosa y forzada dirección romántica que parece sugerir la serie, la agente es una herramienta o una amenaza. Herramienta para vengarse de la infidelidad sufrida por su propia mujer, amenaza de cumplir su propio compromiso vengativo para con Abu Nazir. La perversión de los guionistas es exquisita al incorporar dos veces la frase: "No soy lo piensas que soy", la primera como duda del espectador -¿Es Brody realmente un terrorista?- y la segunda como afirmación -Dios, Brody es definitivamente EL terrorista-. Y sin embargo, Brody no miente: Yo no soy ese [Padre] que tú crees que soy, esto es, no voy a colocarme en ese lugar simbólico que estás trazando para mí. En el límite: yo no voy a responsabilizarme de tu cordura. Carrie -que es netamente lacaniana- ya sabe aquello de que amar es dar lo que no se tiene al que no es.

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