A Ventura Costa y a Nicolás Ruiz, en agradecimiento.
Si no me diera tanto miedo pensar en lo sagrado, o si por el contrario, pudiera explicarme las geografías de Dios, sentimiento oceánico, pánico que emerge de la infancia, apuesta pascaliana. Si, por el contrario, pudiera arrodillarme delante una obra de arte como lo hacía Eloíse en El hotel del millón de dólares y decir: "Esta pieza es sagrada... y ante lo sagrado sólo se puede guardar silencio". Si pudiera explicarte el silencio de Andrei Rublev, o si pudiera explicar los mecanismos por los que el cine -lo diré en voz muy alta- es capaz de salvar la vida, tu vida. Los fotogramas de Jose Luis Guerín en Recuerdos de una mañana son sagrados, y por lo tanto, son pavorosos, y por lo tanto, se clavan en los rincones de la mirada como un alambre de espinos.
El violinista. El melancólico. Una víctima de sí mismo. Yo sé que Guerín quizá no diría el crucificado, pero ante mí se despliega el aroma del mártir, el pequeño mártir valiente que ofrece su vida entre los pliegues del vacío. Hay que ser muy valiente para rodar esta película, una película sagrada llena de hombres vulgares que fingen, o que se sinceran, o que se sorprenden de estar vivos. Qué estúpida sorpresa, estar vivo. Pero cómo no podría estar vivo si, por ejemplo, no hubiera escuchado aquella vez el BWV 639, Tarkovski muriéndose de cáncer y editando cada plano, cada maldito plano de Sacrificio desde la cama de Hospital, emergiendo y demostrándonos lo grande, lo sagrado, lo irrepetible que es la víctima sacrifical del cine. Ser profeta, y al mismo tiempo, cargar con el dolor del otro. Lo encierras en un frame. Erbarme dich, mein Gott, Um meiner Zähren willen. Y si no fuera por Tarkovski -hoy repito: y si no fuera por Guerín- ¿para qué escribiría yo, y acaso qué esperaría de los demás, y acaso qué esperaría de este instante, y qué podría darte que no fuera una lista de pecados?
La cámara se desliza por las ventanas. Escucha. La cámara es humana, y es pánico, y se desliza por la Winterreise de Schubert -en un parpadeo estamos en presencia de un payaso-, la cámara intenta aprehender lo normal cuando lo normal ya se ha convertido en lo sagrado y cuando el padre muerto se aparece para traer la paz a los sujetos desmemoriados. El cine comenzó siendo logos y ha terminado siendo mausoleo, misa de réquiem, la sombra de una ventana que se desliza por la pared. Pero antes que nada, antes de arrojarte por la ventana abierta y repetir el gesto último de autoafirmación, bebe una botella de buen vino y piensa en mí. Y en el perdón de mis pecados.
Quizá hubiera debido escribir una crítica convencional y denunciar la inevitable polémica sobre la distribución bloqueada por los familiares. Pero me interesa más preguntarme: ¿alguien le habrá dado las gracias a Guerín, le habrá escrito diciéndole tus cuarenta y pocos minutos son sagrados, le habrá dicho que ha rodado la epifanía última de la música, el amor y la violencia en España? ¿Alguien le habrá sugerido que su cine se ilumina de la eternidad que quizá inventó Dreyer y desemboca en una pequeña fuente en una calle de Barcelona? ¿Y no es eso lo que convierte en artista al hombre que empuña una cámara, y no es eso precisamente lo que nos ata aquí, ahora, lo que ata cada fotograma verdadero -esto es, indispensable- que uno ha ido viendo en los últimos años?
Me gustaría decir algo más. Algo como aquello que Tarkovski utilizaba para describir a su Stalker en boca de su esposa: Probablemente habéis notado que él no es de este mundo, es tan torpe, daba tanta lástima, todos los vecinos se reían de él (...) Pasamos mucha tristeza, y mucho miedo, y mucha vergüenza. Pero nunca me arrepentí y nunca envidié a nadie. Es sólo nuestro destino, nuestra vida, así es como somos. Aunque no hubiéramos tenido desgracias, tampoco nos hubiera ido mejor. Habría sido peor, porque en ese caso no habría habido ninguna felicidad... ni ninguna esperanza.
5 comentarios:
Para qué hablar si se puede aplaudir...
Aunque yo me quedo con el cuadro de Balestrieri.
Saludos!
PD: De nada!
Justo después del fin de año vi "Sacrificio" por no se cuantas veces y me contó algo nuevo, otra vez. Esta vez comprendí mejor el plano inicial, el viejo que ofrece un regalo al niño mientras suena Bach y ese casi increíble "Erbarche dich". Conforme pasan los años y envejezco, Tarkovski se me aclara. El instante en que reproduce/plagia "El Angelus" de Millet de pone los pelos de punta.
Yo siempre digo a mis alumnos que todavía no estoy preparado para abordar "Sacrificio" en serio. Y no lo digo como boutade teórica. El otro día me decía un amigo -a cuento de "Nostalghia"- que hay películas con las que siempre se aprende algo. Y joder, llevaba razón.
Viendo de nuevo esas dos cintas (Nostalghia y Sacrificio) descubro poco a poco un contenido muy importante de humor (aunque negro muchas veces), pero humor al fin y al cabo. Es un elemento que era poco frecuente en la obra anterior de Tarkovskij, pero que (yo diría) que ayuda a comprenderlas.
En el material "extra" que se adjunta al DVD de Nostalghia hay una rueda de prensa de T. en Italia, en donde se descubre a un hombre irónico y divertido, que enlaza bien con esa lectura de sus dos últimas películas.
Las heridas hace tiempo que están cerradas, señor Rodríguez Serrano, mal que a usted le pese... Llegó usted tarde con su cargamento. Saludos! Maurici Pla
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