24.5.11
Carta de amor a Russian Red
Querida Lourdes:
Y es que, al final, uno desciende siempre del cinismo al mito, o así, y yo siempre me he confesado un enamorado de la cultura pop y del amor descarado por los mitos, la pequeña mitomanía de andar por casa que nos salva de los atascos, de los malos momentos, de hacernos viejos, de la intolerable fealdad de la existencia. Sin embargo, en fin, el pop es el pop e imagino que has tenido la mala suerte de nacer en un país que no te va a perdonar. No te perdonará la belleza, claro, pero tampoco el flirt con las masas que te adoran (aquí, ya sabes, vendes cuatro discos y eres una mierda, véase "Efecto Vetusta Morla y tu-antes-molabas"), ni tampoco el haberte convertido en la reina del Diez Minutos Indie con tus amores, tus idas, tus venidas, lo que se rumoreaba en el backstage de tal grupo pálido de envidia, en fin, qué pereza.
Pero estás aquí de nuevo, con un disco que es un discazo y que no gustará a los Auténticos Sacerdotes del Indie, pero que yo escucho con interés y con placer, deslizándome entre las referencias y entre lo que, ya lo sabemos, es tu "nuevo sonido" sin ser un nuevo sonido, ni falta que le hace. Creo que comprendo -y es un decir, estas cosas nunca se comprenden del todo- tu decisión de cerrar con un portazo la pose de ñoñi-sensibilidad-underground que casi se fagocita tu leyenda antes de nacer. En las colas de las salas pop de la capital se multiplicaban clones de Russian Red sin-Russian Red, es decir, niñas razonablemente monas con flequillo y los morros pintaditos de rojo con pantagruélicas gafas negras. El problema, claro, es que ellas eran reales, se ponían hasta el culo, se marchaban con el vigoréxico de turno y nos decepcionaban sistemáticamente, por muy indies que se autoconfesaran. Cosas de la noche, Lourdes, cosas que siempre acaban en la confesión, o en el momento de regresar al hogar por avenidas gélidas e inhabitables escuchando "Gone, play on" en el Ipod y pensándose si aquella no era una de las mejores canciones -ay Dios, que lo diré- de toda la primera década del siglo XXI.
"Gone, play on" que ya tiene su hueco en mi biografía, como dentro de poco lo tendrán "My love is gone", "The memory is cruel" o "The sun The trees". Dios bendiga tu personaje mientras pueda existir y soportar el latigazo de los focos y los borrachos de la primera fila que sueñan contigo en un motel de carretera. Qué jodido es exponerse en la intimidad de los pequeños gestos a ese gran Otro que te mira en silencio con intenciones indescifrables, y por otro lado, qué otra cosa es Russian Red sino un trazo del deseo o de la fantasía, o todo eso que soñamos en un parpadeo a los quince una tarde de verano. El último verano, claro.
Con lo que, bueno, uno ya tiene unos años para saber que la exquisitez es siempre un crímen inconfesable y que, de puertas para dentro, los mejores recuerdos son siempre falsos y onanistas. Cosas del ser, del tiempo, de todo aquello que todavía era cuando eras Lourdes y todo ese mundo que seguirá guardando precisos secretos cuando tú y yo ya estamos en otra historia, pasados de moda, el cultureta baboso escribiendo a la diva pop con el gesto de un gusano sorprendido de su propia prosa. Hasta entonces, ya que estás aquí, habrá que volver a escuchar tu último trabajo.
Recibe un fuerte abrazo.
Aa. R.
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