18.6.05

The seventh guest (1993) (...y II)


El inicio, la mansión en sombras

The seventh guest (parte II)
Una vez abierta la polémica sobre la consideración de las "películas interactivas" como otro género cinematográfico más, no quiero cerrar las reflexiones alrededor del "Seventh guest" sin poner de manifiesto un par de ideas más.
"The seventh guest" contó en la banda sonora con George Alistair (alias "The fat man"), un nombre que puede no sonar a muchos. En España, lamentablemente, nos lleva a estrenar las óperas delirantes del insufrible Carles Santos en los teatros grandes mientras que nombres gloriosos de la música del cine propia y ajena, quedan absolutamente olvidados. Pues bien, Alistair es a las bandas sonoras de videojuegos de los noventa una especie de Roque Baños o de Alberto Iglesias. La concepción de la música en este videojuego va mucho más allá que una simple partitura creada a salto de mata. Es un auténtico puzzle sonoro en sí misma, una pequeña maravilla que integraba, sin ningún pudor, todo tipo de géneros musicales. Desde el gregoriano (en la fabulosa introducción), el rock más depurado ("The game"), el jazz más elegante ("Skeletons in my closet"...) pasando por el tango, los ritmos africanos, los sinfonismos más delirantes... todo crecía en torno a una concepción de la música en el videojuego que llegaba más allá de lo esperable. Una partitura de una complejidad y una calidad como no hemos vuelto a ver nunca en la historia del ocio informático (con permiso, quizá, del segundo "Alone in the dark" o del primer "Phantasmagoria", ambos productos interesantes y bien construídos).
Por otra parte, hay algo que envuelve al producto y que ha quedado más allá en la memoria de todos los que hemos crecido jugando a nuestro objeto de estudio. Una sensación netamente narrativa que nos obliga, una y otra vez, a volver a disfrutar de la historia. Es como los niños pequeños que quieren escuchar cada noche el mismo cuento, una y otra vez, sin matices, sin variaciones, sin lagunas. El jugador del "Seventh guest" volverá siempre, tarde o temprano, a recorrer los misterios de la casa. Volverá a escuchar los deliciosos diálogos y a maravillarse frente a la increíble dirección artística (una vez más, la mejor sin duda alguna de la historia del videojuego). ¿Por qué se vuelve? No sabría contestar. Por lo mismo que se vuelve siempre a "Casablanca" o a "Al final de la escapada", por poner dos ejemplos. Porque hay productos artísticos que son, pura y simplemente, inagotables.
Para terminar, algunos datos rápidos para los amantes de la historia. "The seventh guest" contó con una dignísima secuela llamada "The 11th hour" (fabulosa en muchos sentidos, pero lamentablemente inferior en guión y, sobre todo, en la construcción de los personajes). Los mismos estudios crearon, antes de desaparecer, un par de productos no demasiado malos, el "Clandestiny" y también un juego inédito en nuestro país con el mismísimo John Hurt (el tipo al que le revienta la tripa el alien en la primera película de la saga) que respondía al nombre de "Tender love care". Desde entonces, los creadores han desaparecido en combate, aunque hace un par de años se rumoreó que se desarrollaba la tercera parte del "Seventh guest" (algo llamado "The collector" que lamentablemente, quedó en agua de borrajas). Durante gran parte de los noventa se saturó el mercado de aventuras gráficas de horror en primera persona que bebían de este juego con mayor o menor calidad. Las mejores fueron "Ripper" (con banda sonora de los Blue Oyster Cult, por supuesto), "Black Dahlia" (protagonizada por el mismísmo Dennis Hopper), y la ya mentada saga "Phantasmagoria", de la siempre interesante Roberta Williams. Sin embargo, nunca hemos vuelto a encontrar en la industria del videojuego un producto tan redondo, cinematográfico y deliciosamente brillante.

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