23.1.15

Alicia - Un poema de Jan Svankmajer

I disappear in your name/But you must wait for me/And the ice in my drink/Baby all I can think of is Alice
(Tom Waits; Alice)

01.
La palabra.
    ¿Por qué nos fascina Alicia?

    Podríamos decir: porque de alguna manera, fue la mujer que sobrevivió a su propio sueño. En cierto momento, supongo que como les ocurre a casi todos, Alicia fue una narración obsesiva. Me fascinaba su extraña melancolía, pero también la manera en la que Alicia había definido los rostros que mostraban/escondían las mujeres que amaba. Svankmajer, por ejemplo, hacía que Alicia hablara con su propia voz, que fuera ella misma la que narrara su diálogo.

Svankmajer

Svankmajer

Svankmajer

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El primer plano de la boca de Alicia es un canibalismo infantil, pero también es una extraña declaración de principios: ella dominará su historia -una historia de sueño, deseo y pánico- y no un tipo llamado Lewis Carrol, ni siquiera un tipo llamado Svankmajer que intenta, de alguna manera, escribir su nombre entre sus palabras.

[Hay algo doloroso, por cierto, en la manera en la que todos los hombres podemos reconocernos en Carrol: inventamos, entre la desesperación y el júbilo, todas las historias de las mujeres que amamos e intentamos, de manera inútil, que se sientan reconocidas en nuestras palabras]

02.
El tiempo

Alicia está atravesada en un universo en el que el tiempo, simplemente, se agota. 

Svankmajer

Svankmajer

El conejo blanco de Alicia funciona como una especie de antagonista cruel de la niña. Y, es preciso verlo, se arranca el reloj desde su propio interior. En un gesto horrendo, el tiempo es un cáncer, una metástasis que aparece oscurecida por el serrín que emerge de su herida fundamental. Alicia todavía no sabe del tiempo -hay un tiempo del sueño, un tiempo del deseo, pero ambos son un tiempo para la decadencia y la muerte. Y el tiempo, su desgarro, nos idiotiza precisamente en el lenguaje. Si no llegamos a tiempo, alguien nos cortará la cabeza -lo que puede ser entendido como: seremos asesinados, o todavía mejor, nos volveremos locos...

Svankmajer

Es aquel que maneja el tiempo -el que lo arranca desde sí mismo- el que nos cortará la cabeza. El tiempo nos idiotiza en el lenguaje, cuando intercambiamos palabras simplemente para matar el tiempo -lógicamente, es el tiempo el que nos mata en la palabra. Nadie lo entendió como Tom Waits, cuando hacía repetir a su conejo blanco frases estúpidas, sin sentido, masticadas y horrendas en su Kommienezuspadt, y las sazonaba con crujidos de relojes locos y un único mantra aullado: "¡No podemos llegar tarde!". 

03. 
Las lágrimas

Pero ciertamente, con nada que piensen, Alicia nos demuestra que ya hemos llegado tarde a casi todo: a nuestra niñez, al amor, al lenguaje y a la mirada. De ahí que se imponga ese gesto fundacional, tan brutalmente humano, de retratar el llanto incontrolable de la niña.

Svankmajer

Svankmajer


Morir ahogado en las propias lágrimas, atravesar el valle que las constituye, o a lo peor -en ello estamos- quedar flotando sobre su superficie únicamente gracias a esa cabeza que, queda dicho, podemos perder en cualquier momento. Cabeza que, para colmo está siempre amenazada por bestias peludas, mezquinas, vestidas como marineros que pretenden hacerse una casa en ella:

Svankmajer

La idea es lo suficientemente conocida -la bestia peluda, deseante, que nos ronda sobre la cabeza en todo momento- como para tomarla muy en serio. Decía Lutero -Bergman solía citarle de manera irónica- que no podemos evitar que los pensamientos lujuriosos revoloteen como pajarillos sobre nuestra cabeza: lo fundamental es no dejar que construyan un nido dentro. Pero Svankmajer, que por lo demás conoce de sobra los impulsos y las verdades de la naturaleza humana, lo deja escrito casi al principio de la cinta: vaya si tenemos ese nido. Y vaya si no está clara la única salida para esa rata insolente que nos ronda.

Svankmajer

Trampa para ratas remarcada por la muerte -véase esa discreta y hermosa calavera que espera el crujido del cuello de la rata/deseo- que se subraya, elocuentemente con un trozo de manzana. Pecado original, desnudez, conocimiento y cuerpo. Todo eso está en Svankmajer, película tras película. 

[No recuerdo si esa trampa estaba en el original de Carrol, pero desde luego está en otra pieza de Tom Waits, cuando afirmaba: "Siempre hay queso gratis en todas las ratoneras, cariño". Lo que no hay, por supuesto, es palabra. Una palabra arriesgada, la palabra que se escucha de la mujer a la que se desea, la palabra que se enhebra en el sexo y que es el comienzo de todo lo que, finalmente, merece la pena. Quizá debemos frenar ciertas palabras mesiánicas, ideológicas, y volver a recobrar las palabras del cuerpo y de la carne. Ese puede ser, por cierto, el gran fracaso de Svankmajer: se enfrenta al deseo -véase  Los conspiradores del placer-, pero según avanza su filmografía le resulta más y más complicado confiar en la palabra de la carne. Cambia la pulsión por una máscara bufa. Pierde, definitivamente, la lucidez y la pasión de Alicia].

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