29.8.14

Una brevísima carta a los lectores del blog a propósito de "El Congreso"


    Queridos amigos:

    Como ya sabéis, hoy se estrena en cines El Congreso de Ari Folman. En los próximos días publicaré, si todo va bien, un análisis en Miradas de Cine que será un texto amplísimo y bastante complejo escrito con un cariño total hacia la cinta. Le he puesto mucha ilusión y mucho amor a ese texto, así que tendremos ocasión más adelante de hablar detenidamente de la película.

    En realidad, esta brevísima carta era simplemente para celebrar con vosotros el hecho de que hoy podamos dirigirnos hacia un cine de confianza, pagar ocho euros y poder contemplar eso en una pantalla grande. Ya sé que casi todos la habéis visto ya en vuestros hogares, ya sé que los eternos problemas de la distribución conseguirán que muchos de vosotros no tengáis un cine a mano para verla, ya sé incluso que quizá sólo podáis verla doblada. Da igual. Buscadla. Id hacia ella. No cobro comisión sobre vuestras entradas, ni Golem me hace ningún descuento. No soy amigo personal de Folman ni tengo acciones en sus compañías de animación. Simplemente me gustaría tomar la posición de cómplice para deciros que lo que va a ocurrir dentro de esas pocas salas será una experiencia grandiosa.

    En general, tenemos muy pocas ocasiones de defender la belleza, de que nos atraviesen las palabras radicalmente importantes, de que nos digan la verdad sin tapujos. El Congreso ofrece una de las experiencias fílmicas más profundas que se podrán experimentar esta década, convierte las minisalas en templos pop, llena nuestros cuerpos de ideas poderosas. Habla de nosotros. Recupera el sentido de la palabra cine y reflexiona sobre su destrucción a manos de los idiotas.

    En su fabuloso libro sobre Ingmar Bergman, el teórico Juan Miguel Company criticaba a aquellos que en los setenta acudían a las salas a ver Gritos y susurros como si se tratara de un ritual religioso. Yo hoy propongo, a la contra, que hoy nosotros podemos resucitar ese gesto, reivindicar el espacio de proyección como un espacio de comunión con nosotros mismos, con nuestros miedos y con nuestro destino inmediato. El Congreso es una película como una ceremonia laica que celebra el arte, la compasión, la vida y la imagen. Es una película sagrada.

    Y no digo más.

    Aa. R.

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