9.10.13
Coleccionar Vinilos #03: 180 gramos I (180 gramos de Hendrix)
Puede que decir que Hendrix está de moda resulte ligeramente incorrecto. Hendrix siempre está de moda entre los yonquis de la cultura pop, aunque la ascensión a la cúspide de temas como Third Stone from the sun o 1983 siga resultando una topografía sonora no apta para no iniciados. Todavía recuerdo el día que organizamos en la Facultad un pase de Woodstock -Número de Asistentes: 3-, y al pasar por delante de los carteles que andábamos colgando, dos brillantes estudiantes de INEF ataviados con sendos polos de marca comentaron: Coño, si hoy viene el negro ese a tocar a la uni.
Y todo así. Toda la vida así. Guerra todo el tiempo.
El caso es que Empezar de cero -la enésima biografía/collage del artista- ya está en las calles patrias y las nuevas ediciones en 180 gramos hacen las delicias de los mercachifles del vinileo en centros comerciales. Y, como no podía ser de otra manera, la interminable cohorte de asociados, amigos, familiares y otros animales de compañía que pelean por los derechos de autor andan disparándose a la cabeza por autoproclamarse los legítimos portadores de la Verdad Hendrix, historia de papel couché en la cultura pop que llena los salones y los recibidores de la gente bien.
Yo a Hendrix siempre le he respetado mucho más allá del símbolo, esto es, en su propia música y en el torrente laberíntico de grabaciones pre- y post- mortem que uno va cazando al vuelo. Hendrix era una de las luciérnagas de Didi-Huberman, mitad profeta y mitad profecía autocumplida, espectro de una generación como de espejo roto que vivió lo suficiente como para ser el primer invitado borracho en el tanatorio de los sesenta. De ahí que intente leer en sus elepés no sólo las huellas sonoras de una tormenta demoníaca y autoconclusiva, sino la posibilidad de una sociología rock, cuando la palabra rock significa algo más grande e inmediato que la sociología misma. Hendrix desbordó el lenguaje musical, pero también el pensamiento conceptual.
Ser coleccionista de vinilos en 2013, cuando el mundo está -felizmente- lleno de coleccionistas de vinilos tiene un peligro añadido del que ya quería hablar por aquí, aunque fuera de pasada: la etiqueta 180 gramos. El retorno del vinilo, como tantos otros giros históricos, ha traído su nómina de caraduras y aprovechados que andan nutriéndose de dos terrenos especialmente jugosos en la parecela Hendrix: los bootlegs y las reediciones. Sin embargo, y al contrario de lo que ocurría en los setenta y los ochenta, prácticamente todo el catálogo Hendrix -incluso sus piezas más esquizofrénicamente marcianas- están disponibles online. La solución de los sellos pirata pasa por prensar sobre el vinilo la señal digital -aunque sea de Youtube-, hacer una portada con la impresora de la esquina y cobrar alrededor de veinte euros. Por supuesto, el charcutero que dispensa elepés -muchas veces, parapetado tras mostradores serios- no tiene el menor escrúpulo en despachar, haciéndose el loco, semejantes despropósitos. En Ebay campan a sus anchas reediciones piratas de Electric Ladyland -con la portada censurada de David Montgomery, por supuesto-, cuya calidad de sonido parece grabada desde el altavoz de un teléfono móvil. Cincuenta euros mínimo.
La cosa se complica todavía más desde que la Music on Vinyl y la Sony Legacy se han puesto en paralelo a sacar reediciones a todo trapo. Los primeros son una empresa del norte de Europa de los que hablaré más tranquilamente en otro momento capaces de sacar tres o cuatro novedades "punteras" cada fin de semana sin despeinarse. Su mayor problema es que, como ocurre en tantas ocasiones, se niegan a ofrecer el origen de sus Masters, con lo que resulta imposible saber si están contado con las fuentes originales -que es, digan lo que digan, la única manera de generar un vinilo de calidad- o si por el contrario están tirando de tracks digitales más o menos modificados. Su catálogo tiene, en general, buena prensa, pero algunas de sus ediciones -estoy pensando en el Introducing... The Ronettes!- son, en el mejor de los casos, sospechosas. De otro lado, Sony Legacy fueron los responsables de la exquisita edición del People, Hell & Angels, último Hendrix que, a su vez, sacaba todo el partido posible a lo que en principio no eran más que una colección de demos y outtakes desiguales del músico. Legacy afirma que tiene los Masters originales de Hendrix y cuenta con el autógrafo de sus viudas, hermanos e hijos autorizando la edición. La elección parece clara.
El problema, por supuesto, son los puñeteros 180 gramos. El no iniciado en los misterios del elepé piensa que hay una suerte de extraña conexión entre el peso y la calidad de sonido, cuando en realidad la inmensa mayoría de vinilos prensados en ese formato no son sino un "copiapegado" poco tratado de la señal digital. Así, suele ocurrir que una mala reedición se escuche generalmente peor que el CD, lanzando leña al fuego de la guerra de formatos. El despropósito mayor del reino es el sello Vinyl Lovers -que tiene, entre otras, licencia sobre la discografía de The Cure-, cuyas ediciones son literalmente para echarse a llorar.
El viernes retornaré con dos conceptos que están destrozando las reediciones de música clásica en vinilo: Doxy Records -amigos íntimos de las estanterías de la Fnac- y el LoopHole.
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