Conocemos el planteamiento de un cierto Slasher como somos conocidos. De cada lado del Slasher hay, de momento, dos polos: o bien los magníficos ensayos de un segundo Robin Wood ya completamente desatado en un delirio casi queer, o bien la no menos magnífica Cabin in the woods -ejemplo de por qué existe un verdadero cine postmoderno de calidad. Mi teoría sobre el Slasher es ligeramente diferente y la he dejado boceteada por algún lugar de aquí o por alguna página de Apocalipsis pop! El funcionamiento del género se basa en el goce del espectador, un goce fundamentado en el odio contra aquellos que están posicionados en la mejor posición simbólica según el capital: los bellos cuerpos de las nínfulas hidráulicas/machos alpha. Nos gusta verles morir, empatizamos con el monstruo porque ellos tienen todo lo que nosotros no tenemos: juventud, ingenuidad, belleza, dinero, futuro. El Slasher se construye sobre la venganza y el odio, y por eso es casi inmortal y tendrá miles de variaciones.
Frontière(s), por su parte, me niega la mayor y convierte el código en otra cosa. Al igual que los protagonistas de Cabin in the woods se ven incomprensiblemente arrastrados hasta los arquetipos de género, Xavier Gens toma la vía contraria para insertar a los protagonistas de un drama social en mitad de una pesadilla re-conocible. Lo sorprendente es que toda la tramoya que sustenta el horror -la familia de matarifes caníbales capitaneada por un nazi- es sin duda lo menos interesante, lo que ya conocemos, lo que resulta extrañamente familiar al espectador. La novedad, el riesgo, viene precisamente del lugar de la víctima, ocupado ahora por una panda de parias deshauciados, hipotéticos inmigrantes musulmanes de segunda o tercera generación, lumpen suburbial con el que resulta complejo identificarse -son, en general, tan poco espabilados como sus verdugos- y tras los que se sugiere una metáfora con los famosos disturbios de Francia en 2005.
Gens nos empuja de la rubia hidráulica de grandes pechos a la lumpen musulmana embarazada sin pasar por la casilla de salida. Del mismo modo, su planteamiento fílmico es estrictamente destructivo: el universo parece una suma total de violencia. Si comparásemos, por ejemplo, los primeros minutos de cualquier Slasher USA con los de Frontière(s) nos llevaríamos una incómoda sorpresa. Ambos hablan del mundo "en equilibro", el mundo "previo a la explosión del horror". En los USA, tenemos largos planos de instituto y conversaciones banales jo-tia-que-fuerte-irás-el-viernes-a-la-fiesta-mi-padre-no-me-deja-jo-tia. No hay problema. Nos pone. Nosostros somos el padre demente que quiere que su hija tetona y díscola sea castigada por ir a la puñetera fiesta. En Frontière(s), por el contrario, el "mundo ordinario" está lleno de enfrentamientos con la policía, un pobre desgraciado que se desangra, la amenaza constante de la cárcel. A partir de aquí, todo es la descripción de la imbecilidad absoluta: la de los matarifes, la de las víctimas, la de la trama -que es, por lo demás, incontestable y felizmente descabellada.
Frontière(s) plantea, por lo tanto, la extraña situación de un Homo Sacer a-lo-Agamben pero pasado por el filtro del Slasher. Las víctimas no sólo son víctimas de la alegre familia de psychokillers: lo son, ante todo, de sí mismos, de su condición de cuerpos-límite, cuerpos-frontera vomitados por el sistema, cuerpos que miran a Ámsterdam como el paraíso de esa juventud que tanto odiamos -y en esto, Gens comulga con las dos partes de Hostel, a las que defenderé como brillantísimas obras maestras. Las víctimas mueren en lo social, y posteriormente, mueren como cerdos -el animal fóbico del Islam por excelencia-, hasta que la única superviviente acaba alucinada, ensangrentada y desquiciada como una Juana de Arco Reloaded.
4 comentarios:
Venga que no te voy a dar más la tabarra, que ya sabes lo que opino.
Solo una cosa. Allí donde Gens pretendía enseñar memorias de Auschwitz, yo solo veía cárceles turcas. Allí donde Gens quería deslizar Historia y problemas sociales, yo solo percibía cinefilia. Y como toda persona decente sabe, en este mundo no hay nada peor que la cinefilia.
Me interesa mucho el texto a pesar del desvío de Juana de Arco, sobre cuyo símbolo ensangrentado aquí presente se podría seguir construyendo un discurso que va del Frente Nacional a Vichy.
Resumiendo, cuando vi el final de Frontieres mis recuerdos eran banales, eran estos:
http://oi48.tinypic.com/2lazvhf.jpg
Un abrazo.
Copón, eso es "El expreso de medianoche", ¿no? Pues no lo había pensado, pero llevas más razón que un santo (en la hoguera). Es más alanparkerística que dreyeriana. Claro que a mí Alan Parker, cuando realmente se pone Alan Parker, me pone muchísimo. El problema es que casi nunca se pone Alan Parker, claro.
Y si, mi obsesión con Juana es total, porque me parece una de las grandes figuras cinematográficas que encarnan a la víctima, a la mártir, que es una de mis obsesiones constantes. Igual por eso me gusta tanto el cine extremo francés, porque hay mártires por todas partes, mires dónde mires.
Ya he visto "The tall man", la canadiense, y con todos sus defectos -que los tiene, y para parar un tren-, creo que se puede salvar alguna cosilla. Que Laugier es un pufo, igual se confirma y "Martyrs" apenas fue un brote de genialidad, me voy a esperar a la próxima. Escribiré, de todas maneras, porque me da para escribir.
(Dirás que en este mundo no hay nada peor que la cinefilia, pero yo te he visto escribir en defensa del amor por el cine como nadie, cacho de cabrón - me refiero, por supuesto, a esto, que me sigue atormentando: http://www.kinodelirio.com/film-dart/el-cine-tenia-un-precio/ )
No sé si conoces otra versión muda de Juana de Arco, la de Marco de Gastyne. La descubrí el año pasado y es fabulosa. No tiene nada que ver con visiones profundas, nada de Dreyer, Bresson, Rossellini... pero es igual de buena, es pura ilustración y un entretenimiento de altura.
Un saludo.
ciaAlbricias Rabí.
Gracias a un buen artículo en Detour descubrí este verano lo que no conocía del “extremo francés” (a decir verdad sólo conocía a Noé y Ajá, y este último, es blandito), en especial, a Laugier, así que te podrás figurar que si de por sí tus post son una gozada, en este caso, por su oportunidad, lo sean por partida doble.
Magnífica caracterización la que haces del slasher, por eso nos duele tanto la muerte de Annie en Halloween II, el cabrón de Zombie invierte las reglas sin avisar, y hace de la víctima, para variar, un ser humano y que Michael nos resulte, por vez primera, odioso, perder su prestigio de ángel exterminador, azote de vicios, tribunal y verdugo de un concepto de la justicia vetotestamentaria. Matar a Annie no es más que un crimen cruel y gratuito. Puede que por ello, cada vez más, me parezca la obra maestra del género.
Sobre Martyrs comencé un post hace un par de meses, la misma noche de verla (a ver quién duerme después), que no podré acabar sin volver a ponérmela, y no me siento últimamente in the mood. Con todo lo mal que lo hace pasar, no alcanza a Irreversible, sospecho que salvo que Von Trier se arranque con una nueva adaptación de American Psycho (te imaginas?), que Miike se exceda con la medicación más de la cuenta o regrese Butgereit (¿qué fue de él?), seguirá en la pole junto a Saló.
Por cierto, suscribo tu valoración de Hostel, especialmente en lo que concierne a la segunda. Por allí andan las claves para comprender el género.
Un abrazo.
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