La exquisita viuda de Borges, hinchada de gloria, limonada burguesa y oropeles taiwaneses, ha exigido la retirada inmediata del mercado del soberbio El hacedor (de Borges) Remake, de Fernández Mallo. Su dictámen deja un hálito a pachuli rancio, y sobre todo, deja huérfanas de crueles carcajadas a las futuras generaciones de lectores. La exquisita viuda de Borges olfatea el pánico, la pasta ajena, y se monta una revolución typical spanish (¿qué hay de lo mío?) que dará mucho que hablar, que comer y que mamar en los mentideros de la literatura.
La herida sangrante del costado de Borges es la herida misma de la literatura, y Fernández Mallo se atrevió a jugar a Parsifal pasando por la casilla de la postmo. Eres tan bonita que no te lo van a perdonar, que cantaban La cabra mecánica, y en este bendito país ya tenemos demasiados escritores que huelen a chaqueta usada de miliciano, a cebolla pobre de la planicie castellana, a sexualidad forzada y encajonada en tópicos de la Transición, o por supuesto, a sonrisa profident y lifting tras el cátering del mediodía. En este país ya tenemos una literatura generalista de mierda, así que lo razonable es retirar los libros de los buenos escritores, inventarse un pleito por aquí o una amenaza por allá, hundir hasta la fosa séptica del verbo a los valientes y obligarles a volver a sus guettos de literatura independiente, ediciones baratas y mal encuadernadas, editores interesados que si no hay subvención no publican y distribuidores que fingen no escuchar lo que ocurre.
Pero ocurre.
Ocurre tanto que los tímpanos de la antigua señora de, al bajarse del BMW para ofrecer un vino español en la presentación del último expolio de su difunto, sufre de pronto una contractura psicológica, un mareíllo otoñal cinco estrellas, y reconvirtiéndose en la inolvidable Thatcher, golpea con su puño delicado pero firme la mesa del contable y deja escapar un muy sincero: Show me the money! Borges-Visa Express, no salga de casa sin ella.
Cada vez que me hablan de herederos, me llevo las manos a la pistola. Borges comprendió el Afterpop antes que nadie, pero nadie ha comprendido del todo a Borges, y así nos vamos dando golpes de un lado a otro del tarro de Nocilla española, elemento nutritivo para grandes y pequeños, huérfanas, viudas, restos excrementales pasolinianos, antiguos luchadores del sumo literario que iban para estrellas pero se quedaron por el camino. Fernández Mallo asciende al Parnaso Punk entre acusaciones y purísima envidia, y los gafapastas le llevamos en la cartera como el Patrón del Posible Underground. Pero el Afterpop no será televisado, y nuestras ansias de ver al escritor convertido en poster desplegable de la Private/Qué leer tampoco serán satisfechas.
Se me han quitado hasta las ganas de leer el último libro de Boris Izaguirre con el disgusto.
(Si alguna vez han pensado en cruzar a Yoko Ono con la niña de The Ring....)
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